miércoles, 4 de enero de 2017

COMO SIEMPRE, OTRA VEZ LA CABALGATA


Sabido es que la idea se le ocurrió a un poeta. Que ese vate se llamaba José María Izquierdo, pero firmaba con el seudónimo de Jacinto Ilusión. Que era ateneísta. Que estaba enamorado de la ciudad donde había nacido por la que gustaba pasear y a la que había dedicado un libro titulado “Divagando por la ciudad de la gracia”. Y que una noche del cinco de enero un chiquillo, tiritando de frío porque se cubría escasamente con harapos, le pidió limosna. 

Esto lo contaron  sus amigos, añadiendo que el encuentro se produjo en una calle estrecha del barrio de Santa Cruz. Corría 1917. Aquella noche, escribió Luis Ortiz Muñoz, José María Izquierdo debió parecer al mendigo un verdadero Rey Mago. Porque en su hogar hubo pan y, como la ocasión pedía, golosinas y juguetes. 

Pero las cosas de los poetas. Una mente fecunda, una imaginación fértil no podía contentarse con la obra caritativa y esporádica... José María, con toda seguridad vio en sueños venir de Oriente un luminoso cortejo con los mismos Reyes que adoraron al Niño Jesús cargados de tesoros fabulosos para que ya nunca más los niños pobres de Sevilla mendigaran y pasaran frío. Llevó su sueño a sus compañeros del Ateneo, los entusiasmó y al año siguiente nacía la primera Cabalgata.

Desde entonces no ha faltado a su cita en ninguna ocasión. Ni en 1937, cuando la Guerra Civil. Ni en los sesenta cuando las arriadas. Ni en 1966 cuando no se veía a consecuencia de la densísima niebla que cayó sobre la ciudad esa noche.

Blanco y Negro publicó el primer testimonio gráfico del primitivo  cortejo durante su segunda salida en 1919. Los reyes iban montados en camellos. Los juguetes los portaba una ristra de borriquillos en sus angarillas, decoradas para la ocasión.

Yo salí en 1962 como jefe de la guardia del Rey Gaspar que encarnaba mi director entonces de Radio Nacional Manuel Delgado Aranda. Vestí un ropaje bastante original y auténtico que me había mandado desde Tierra Santa Fray Rafael Dorado, franciscano custodio de los Santos Lugares y hermano de mi desaparecido compañero Roberto Dorado, uno de los primeros reporteros con cámaras de filmación en cine del Centro Territorial de Televisión en Andalucía.


Iba a caballo y las pasé canutas cada vez que el animal pisaba los raíles del tranvía y se resbalaba.

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