lunes, 16 de enero de 2017

LA MIRADA AL CIELO


Al cielo y más arriba. Allí suben sus palabras los hombres de luces que se juegan la vida ante los puñales afilados de las fieras cuando quieren dedicar su faena a alguien que no se halla ya en el mundo de los vivos. Brindis al Cielo que estará más arriba del que llegamos a ver porque ya nos dijeron los teólogos que el Cielo de Dios no es el Cielo de los astronautas. Brindis a las Alturas Celestes, a ese lugar inalcanzable para los que depositamos los pies en la tierra hasta que nos invita a subir la escalera de la muerte.

Así brindó su premio conseguido en la difícil y brava lid de la competencia en el arte y la cultura  un torero que no iba cubierto de brillos y alamares y no llevaba en las manos la montera, sino que portaba el premio que le habían otorgado sus compañeros.

De esta forma alcanzó el centro del ruedo que no era tal sino el filo del  proscenio de un escenario y tampoco se trataba de una plaza de toros aunque se llamase Maestranza sino el lugar donde esa noche el cine premiaba a los mejores.

Antonio Pérez, el productor de películas tan aclamadas como “Solas”, “Nadie conoce a nadie” o “La voz dormida” recibía el galardón máximo de los Premios Forqué que se celebraban por vez primera en Andalucía cuando hacía tres horas que había enterrado a su madre.

Con estas escuetas palabras lo puso en conocimiento del público y a ella, a la madre muerta, ofreció la distinción que recibía. Fue el momento más tenso y más verdadero de una noche llena como es habitual de sonrisas forzadas y posturas falsas.


Un brindis en la Maestranza. Ni el torero más cabal es capaz de hacerlo mejor.

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