sábado, 20 de abril de 2019

LLORAR ANTE LA MACARENA



Siempre he huido de los apretones, de las bullas, del gentío agrupado y compacto andando de espaldas ante los pasos. Nunca me he sentido  cangrejero ni he jugado a serlo, ni a probarlo siquiera.

Creo además y así lo he expresado en más de una ocasión, que los pasos se ven de lejos, con cierta perspectiva que permita apreciar la pericia del capataz y el trabajo esforzado de la cuadrilla de costaleros.

Menos con la Macarena. La Macarena siempre me ha atraído poderosamente. Y no sé por qué. Cerca de Ella me  he sentido tornar a mi niñez y a verme otra vez  sediento de ese cariño, amparo y comprensión que solo pueden proporcionar las madres.

Por eso cuando entro en la Basílica me voy a los primeros bancos y cuando la Virgen está en la calle y puedo acercarme a Ella me sumerjo en el gentío que continuamente precede al discurrir de sus andas.

A la Macarena no le digo nada. Aunque quisiera. La miro y se me confunden las palabras que darían forma a las suplicas, peticiones o alabanzas por donde discurriría mi pensamiento.

Y ahora he descubierto que a mi nieta Marta le ha acontecido lo mismo. Le ha ocurrido esta última Madrugada sin que yo le advirtiera que podría sucederle.

Mi nieta se halla ahora en esa época preciosa de convertirse de niña en mujer. Iba de la mano de su madre, que ejerce cada año su sevillanía cofrade de mucha autenticidad y se enfrentó de golpe a la cara de la Esperanza. No lo pudo evitar: se  le humedecieron los ojos sin saber explicar por qué y así permaneció temblorosa y sorprendida hasta el final del encuentro.

Esperanza de la bulla,
que caminas a empujones:
Tengo siempre mil razones
que mi ser cofrade arrulla
para que, de ella, no huya
retenido en su cadena.     
Y es tan dulce esta condena,
que, por eso, la prefiero
y me siento prisionero
de la bulla macarena


1 comentario:

Jordi de Triana dijo...

Es difícil contener la emoción ante la Esperanza Macarena. Es sus ojos está el dolor del pueblo y al tiempo su alegría. Su aparición tras el revirar del palio por cada esquina, a pesar de esperado, nos sorprende. Nos marcharemos de este mundo soñando con Ella y al despertar, jamás volveremos a alejarnos de su semblante. Nazareno del Señor unas madrugás y del Cristo de las Tres Caídas otras, siempre que miro a la Esperanza las lágrimas se apoderan de mis ojos. Algunos no lo entienden, como trianero que soy, aunque esas son las cosas de Sevilla que nadie podrá cambiar. Un gran abrazo querido maestro a 50 semanas de revivir, lo que a pesar de cercano, parece haber ocurrido hace siglos. Dicen que las nostalgias envuelven tiempos pretéritos, en mi caso parece que hace un siglo que me desprendí de mi túnica de nazareno de la Soledad de San Lorenzo, a pesar de haber transcurrido únicamente horas. Eterna Semana Santa, eterna Esperanza nuestra.