El otro día, cuando hablé de esa manera tan antigua de anunciar con la voz mercancías o servicios se quedó vibrando en el aire el eco del último pregón callejero extraído de los anaqueles de la memoria como una invitación a engarzarlo con otros más.
Y aquí vienen ya alineados sobre las aceras recién regadas de la tarde calurosa.
No están todos los que fueron, pero sí son los que aparecen porque algunos incluso llegaron a tener influencia notable en la canción andaluza y otros configuraron una relación de profesiones y servicios que orientan acerca de una sociología de las costumbres perdidas.
--“ ¡Niña… er sillero. Se ponen palos… Se ponen asientos de enea… er sillero!...”
cantaba el hombre caminando pesadamente llevando sobre sus hombros algunos de los elementos de posibles reposiciones y, colgando, el zurrón de las herramientas.
-- “¡El paragüero, niña, se ponen varillas y conteras… el paragüero!...”
ofrecía otro apenas las nubes abrían claros intermitentes en los días de tormenta.
-- “¡Compongo y pongo persianas… para los balcones y para las ventanas!...”
presumía de pareado un poeta eventual.
Eulogio Serrano, popular fotoperiodista que llenó toda una época de la información local alternando su profesión con la de actor de la Agrupación Álvarez Quintero y de las primeras video movies de Canal Sur,tenía muy buen oído y recordaba los ecos y la musicalidad de muchos de estos slogans comerciales precursores de los “jingles” de la radio y la televisión y confirmaba lo que, sin reparos, confesaba el Maestro Quiroga, que gran parte de la melodías de la copla andaluza salieron de las cantinelas pegadizas de estos ocasionales juglares.
Para ratificarlo tarareaba una bellísima melodía que él decía haber escuchado por los años treinta o cuarenta a un vendedor de castañas entonando con buena voz y mejor gusto:
“De la Sierra bajaron las castañas
toma castaña,
vaya castaña…
Dale castaña a la niña..
Castañas…castañas…”
Oficios singulares y música popular alternando con viejas costumbres perdidas de las que nos da aviso el pregón del vendedor de tortugas:
“La tortuguita… el galapaguito… el aseo de la casa”
O sea la tortuguita y el galapaguito como precursores de los aspiradores eléctricos.
¡Cuántas amables sorpresas en esta recordación! Podría seguir y no se dónde me llevaría el hilo de las evocaciones. Mas como no quiero ser víctima por pesado del requerimiento acuoso que alguien cansado @ de soportarme me haga desde un balcón, me apresuro a poner fin porque estoy oyendo a lo lejos una voz inconfundible y premonitoria:
--“¡Niña… el latero! ¡Arreglo los cubos… los baños… las ollas de porcelana! ¡El latero! ”
3 comentarios:
De mi infancia no olvidaré jamás el afilaó y su armónica, sonido inconfundible en las mañanas de sábado...
Pregones que llegan al alma y no se olvidan nunca.
Un abrazo.
Elena
Sí,Elena. Lástima que esos sonidos no se hayan conservado en esa fonoteca inexistente que complementaría la hemeroteca de la ciudad.
Abrazo también.
Aquí en la Antilla, en una semana he escuchado dos veces pasar al afilaó.
Por cierto, los superticiosos no dicen que da mala suerte escucharlos?
Saludos.
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