Para que luego se diga que la publicidad no enseña. ¿Recuerdan ustedes el spot ese de Zumosol en el que un chiquillo al que amenazan sus compañeros se protege ante un primo grandote porque, éste, al igual que mucho tiempo atrás, hacía Popeye con el primitivo anuncio de una marca de espinacas, crece y se fortalece con el zumo?...
Ayer, asombrado ante el alarde de sinceridad, exposición y arrestos que estaba llevando a cabo nuestro presidente, ví y escuché cómo desafiaba a Rajoy a que, si era valiente, que levantase un voto de censura. Y don Prudencio se sonrío socarronamente. Zapatero se estaba escudando en el primo de Zumosol de su holgada mayoría en la Cámara, con cuyos votos, y ni uno más, fue proclamado presidente en su día.
Zapatero es consciente de que le basta y le sobra con ese primo grandote y tontorrón. Pero a mí me da la impresión de que Rajoy le pisó un cayo cuando propuso que fuese defenestrado por sus mismos compañeros de partido.
¡Ahí le duele!, me dije. Y me lo sigo repitiendo porque me parece la única solución para salir de este atolladero que, según afirman los que lo conocen, es más grave y más profundo de lo que se nos está diciendo.
Oigo esta mañana que de cien ciudadanos, siguieron el debate veinte. O sea la quinta parte, el veinte por ciento. Y que, de este porcentaje, unicamente lo hicieron con continuidad tres.
La gente está hasta el gorro de palabrería inútil que aplauden con fervor los subvencionados. La proyección de este acto en el extranjero ha brillado por su ausencia. Pero los periódicos internacionales de solvencia más acreditada siguen aireando de vez en cuando, las preocupantes cifras de nuestra economía.
Y aquí sí que no cabe defensa alguna con el escudo del primo de Zumosol.
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