La Fundación Cruzcampo celebró el pasado viernes su acostumbrado acto, que tiene lugar los últimos años el día anterior al primer festejo de la Feria de Septiembre en la Maestranza, en el que se hace entrega del premio concedido a la Ganaderia Estrella, es decir la que, a juicio del Jurado que se reúne al efecto, ha ofrecido mejor comportamiento en el ciclo abrileño.
En esta ocasión, y por segunda vez consecutiva, este grupo selecto de veteranos aficionados y retiradas figuras de la tauromaquia proclamó vencedora a la corrida del Pilar – Moisés Fraile que se lidió el 18 de abril y estoquearon el Cid, Sebastián Castella y José Maria Mazanares a la que se encargó de ensalzar la ganadera francesa Martina Blatier, conocedora y amante de la fiesta de los toros y de Sevilla a cuya ciudad trasladó hace años su residencia habitual.
Martina dijo cosas muy interesantes en estas palabras pronunciadas en su correcto español sin desprenderlo de la agradable cadencia de la lengua de Moliere. (Moliere, como saben perfectamente mis lectores no fue un toreador galo sino un escritor, actor y dramaturgo, profundo conocedor de la gramática del país vecino)
Hace diez años le había correspondido ya la tradición que exige que, en cada una de estas ocasiones, un miembro del jurado cumpla el grato menester de dirigir unas frases encomiásticas de la ganadería premiada inmediatamente antes de la entrega del trofeo.
En aquella ocasión le tocó una crisis, la de las “vacas locas” y en ésta, otra, que Madame Blatiere describió magistralmente diciendo que es “la de aquellos que han abierto un falso debate en contra de nuestra la Fiesta Brava… los que son capaces de torturar hasta la extenuación a otros animales que también tienen cuernos, los caracoles, asándolos en agua hirviendo y tienen la desfachatez de meterse con el Toreo, cosa que seguramente no ocurriría si los toros hablasen catalán”.
El aplauso de la concurrencia llenó el espacioso salón de conferencias de la Fundación y duró tanto como los que se ofrecen a un conjunto orquestal de campanillas después de una interpretación irreprochable de una sinfonía.
Martina se creció, gustándose como los banderilleros que “se asoman al balcón” y continuó diciendo : “Permitan que presuma de Francia, mi país de origen que, con la Comunidad Autónoma de Andalucía, ha encabezado su defensa”.
Y aquí ya, bajo la voz parecía que sonaba la música que acompañó las gentiles palabras de la oradora hasta que alcanzó un final igualmente luminoso comparando a Sevilla con Salamanca al afirmar que : “Como Sevilla es a Andalucía, Salamanca es al Campo Charro”.
No le pidieron la vuelta al ruedo porque el escenario de la antigua fábrica Cruzcampo que tiene la generosidad de patrocinar este premio es alargado y no redondo, pero tuvo que salir al tercio, léase proscenio, en incontables ocasiones.
Yo, desde aquí, sigo agitando mi pañuelo al viento.
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