Los testimonios gráficos suelen resentirse con el paso del tiempo. El aniversario del 23 F ha empujado a muchos a revolver archivos de películas de cine y televisión y a limpiar de polvo los gastados álbumes de fotos y nos han devuelto unas imágenes de nosotros mismos que, en no pocos aspectos, cuesta trabajo reconocer.
Somos otros. Hemos cambiado mucho. Y estas alteraciones se agigantan al recoger los objetivos otras manifestaciones que, cuando llegan a repetirse ahora, lo hacen profundamente distintas.
El espacio de Tejero y sus guardias asaltando el Congreso en los periódicos y las televisiones se ha venido ocupando después por las instantáneas fotográficas y los videos de dos celebraciones importantes para los sevillanos:
El Día de Andalucía y la ordenación episcopal del obispo auxiliar de la Archidiócesis hispalense.
Los primeros recuerdos gráficos, los de la petición popular de régimen político propio, pueden endurecernos el rostro y llenarnos los ojos de lágrimas. ¿A dónde fue aquella Ilusión colectiva? ¿Qué se ha hecho de esa Autonomía por cuya concesión clamaba el pueblo manifestándose civilizadamente por las calles?
Los discursos vacíos concebidos con palabras huecas escritas con frases de diseño por los asesores de imagen de los oradores suenan a insulto y, a veces, hasta a provocación.
La realidad de la injusticia y el paro se proyecta en la pantalla paralela que refleja la desvergüenza de los que utilizan la política territorial para llenarse los bolsillos.
Hemos cambiado. A muchos se les van cayendo de los ojos las gafas de sol sin que,al parecer lo adviertan los llamados a sustituir los cristales ahumados por aquellos de los comienzos que devolvían una imagen limpia y esperanzada.
Y si esto es en lo humano, en lo divino la imagen tampoco concuerda con lo que sería deseable.
Un clérigo de brillante ejecutoria ha sido elevado a la dignidad episcopal en la Catedral sevillana después de más de cuarenta años desde que se celebró una ceremonia igual. Supongo que, en aquella ocasión, los bancos previstos para los fieles estarían llenos. En esta, como indeseado contraste, se hallaban casi vacíos.
Eso sí: Había una gran afluencia de obispos que volvían a contribuir con el exotismo de sus vestidos y ornamentos a la suntuosidad que amparan estas ceremonias. O sea mucho peso episcopal con unas formas que al común de los creyentes no interesan como antes.
Y, por si fuera poco, a los representantes de las cofradías se les relega a una ubicación muy trasera que motiva sus quejas ante la organización dependiente del arzobispado. ¡Anda que tienen una vista!...
1 comentario:
Que razón tiene D. José Luís: Trivialidad en una esfemérides que no deberíamos olvidar nunca, para así no repetirla jamás.
Añoranza de una solicitud de igualdad a los políticos que nos querían relegar a un puesto que no nos correspondía pero que, ahora, se demuestra que nos merecíamos.
Una Autoridad eclesiástica que no sabe motivarnos hacía el vivir de los ritos necesarios para integrarnos más y más en el día a día de nuestra Iglesia.
Ya, por último, la reclamación de unos dirigentes cofrades que no veían su bien cubierto su ego en el sitio que les habían adjudicado. Esos dirigentes son los mismos que después regatean a los responsables de las parroquias donde están acogidos, la colaboración necesaria para tantas necesidades.
En fin, gocemos al menos del día de fiesta. Un abrazo
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