Halagos que pueden traducirse en felicitaciones. Y censuras que desembocan en reconvenciones y rechazos. El alcalde de Sevilla ha felicitado a los ciudadanos por su comportamiento durante los largos días de soportar estoicamente las molestias y los malos olores de la basura sin recoger apilada en las calles. Los afectados, es decir los sevillanos, se han sometido a esta incómoda situación con un ostensible respeto a las posturas enfrentadas de los trabajadores y la empresa municipal, pero sintiéndose injustamente agredidos y rechazando recibir en sus posaderas las patadas reivindicadoras que tenían otros destinatarios.
Justas y hasta necesarias las palabras del regidor municipal. Lógicas y hasta suaves las reconvenciones de la ciudadanía a la que, menos mal, se le ha dicho que no se le va a cobrar la parte proporcional del impuesto de recogida de basuras de los días en los que esta ha permanecido sin retirar.
En todo esto se ha puesto de manifiesto como unos, los sevillanos, han aprendido las reglas de la democracia y las ejercen aunque les toque soportar la parte más incómoda (es indiscutible el derecho de huelga) y otros, los huelguistas, se dejan manipular cuando los instigadores olvidan la esencia de las votaciones y relegando interesadamente la regla de oro del voto que debe ser libre, directo y secreto, imponen las decisiones asamblearias de la votación a mano alzada.
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