miércoles, 12 de junio de 2013

EL PAPA ROCIERO

He tenido que refrescar la memoria consultando anotaciones y recortes. En las dos “entradas” que preceden a ésta es posible que alguien haya escuchado de lejos la voz salvadora de unos arrugados papeles saliendo desde la concha del apuntador.

Ya dije en una de esas “entradas” que estuve allí. En la primera visita del Papa al Rocío. Y me dí cuenta de que había vivido una hermosa experiencia cuando desde el interior de la Unidad móvil donde tenía mi puesto de comentarista contemplé cómo, en medio de la inevitable nube de polvo, se alejaban los automóviles que devolvían al Vicario de Cristo al espacio deportivo de la aldea donde le esperaba el helicóptero que le traería de regreso a Sevilla: Un Superpuma, con cuatro sitios en la cabina delantera y ocho detrás.

No debía cogerme por sorpresa. Su Santidad visitó las arenas almonteñas en Junio pero en Enero ya se sabía en La Uno de TVE qué era lo que había que hacer. Y en el Congreso Eucarístico se venía trabajando con mayor antelación, añadiendo al proyecto inicial felices iniciativas como algunas de las que llevaron a cabo las hermandades por sugerencia de aquel inolvidable hermano mayor de la Macarena que fue José Luis de Pablo Romero.

José María Javierre, el sacerdote, periodista, escritor y pregonero de la Semana Santa, también de imperecedero recuerdo, actuaba como experto de estos temas en Canal Sur, con la que “los de la Uno” tuvimos la suerte de trabajar juntos bajo la inteligente coordinación de Juan Ramón Mediavilla, director de Producción Ejecutiva de retransmisiones de TVE.

Javierre no iría como narrador audiovisual ni a Huelva ni al Rocío, pero estaba en otro set, y creo rememorar que le acompañaba Carlos María Ruiz, cerca del mío, para describir desde dependencias de la planta baja del Palacio Arzobispal, en la fachada donde instala la Hermandad de la Cena sus imágenes en el Corpus. el sábado doce a mediodía, la llegada del Pontífice a la plaza de la Virgen de los Reyes tras haber sido recibido por los Reyes en el Aeropuerto.

Confieso hoy que me inquietaba esta circunstancia. El cura periodista viajaba frecuentemente al Vaticano donde vivía su hermano que era el Cardenal Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Conocía de vista a todos los componentes del Séquito Pontificio, un grupo selecto de treinta y cuatro personajes que encabezaba el Cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, y en el que se alineaban maestros de celebraciones litúrgicas, oficiales de la Secretaría , los directores de Radio Vaticana y de “LÓbservatore romano” y hasta el capitán y el sargento de la Guardia Suiza. Yo no recordaba los rostros de casi ninguno de ellos. Menos mal que, por lo menos, al director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Vals, sí lo conocía y, con sus buenos oficios, pude proveerme del material gráfico y fílmico que necesitaba si, en el curso de la transmisión en directo, me surgía la necesidad de identificarles sin cometer errores.

Prácticamente no me hizo falta. En Sevilla, en Huelva, en los lugares colombinos y en el Rocío el Papa lo llenaba todo. Incluso hoy, veinte años después, colma la sucesión de escenas que evoco y todas desfilan por mi memoria como desvaídas al lado de una imagen deslumbrante: El Papa, entre dos obispos, orando arrodillado ante la Virgen del Rocío. Algo le diría la Señora cuando al incorporarse pronunció esa frase lapidaria que ha permanecido como conclusión del pensamiento papal después de la visita: “Que todo el mundo sea rociero”

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