jueves, 20 de junio de 2013

PARA HABLAR MEJOR EN LA IGLESIA

Y va de libros: El de Monseñor Camilo Olivares, presentado en la basílica del Gran Poder, de cuya Hermandad es director espiritual hace más de cuarenta años, que lleva por título De oratoria sagrada (cursillo breve y ejercicios prácticos) prometo leérmelo en cuantito pueda.
Los que ya  lo conocen han dicho que, en sus páginas, el ilustre presbítero hace un alegato de la oratoria, se detiene en sus características y ofrece consejos para su ejercicio en forma de pautas sencillas de gran interés y utilidad para poder mejorar su empleo.

Personalmente él ha añadido que intenta resaltar su importancia afirmando que la oratoria es una disciplina artística. Y que antes había grandes oradores civiles y religiosos.

Ahora, no. Pero se ha guardado mucho de poner esta negativa en sus labios.

Ni en la oratoria sagrada, ni en la parlamentaria, ni en la forense existen hoy aquellos nombres que encumbraron el arte de la locuacidad. Los cofrades que peinamos canas recordamos como oradores de fuste en los quinarios de regla a los jesuitas Carrillo de Albornoz, Linares, Martínez de la Torre, Martínez Ruiz, Medina, Sobrino…al redentorista Carrillo Sevillano.. al claretiano padre Gutiérrez, a los salesianos, a los franciscanos… a los canónigos Garrido Horta, Garrido Mesa o Gil Delgado…incluso al vicario general del Arzobispado don Tomás Castrillo Aguado.

Nadie evoca ninguna de estas personalidades de la Iglesia Hispalense en un púlpito provistos de un mazo de cuartillas. Sabían hablar. Y hablaban. Con cuatro ideas enjaretaban un discurso. Sin llevar escritas más que a lo sumo cuatro o cinco frases en un diminuto trozo de papel.

El político Santiago Carrillo hacía lo mismo. Y el sindicalista Marcelino Camacho. Y algún pregonero de la Semana Santa de Sevilla, como el poeta Joaquín Romero Murube o el  letrado José Luis Campuzano Zamalloa

Pero conferenciar sin papeles no significa haber dejado de preparar con antelación suficiente lo que se va a decir. Si “de la abundancia del corazón habla la boca” como escribe Mateo en su evangelio (15 – 18,19) y  repite Lucas en el suyo (6-45) las palabras de la traducción verbal han debido ser preparadas antes.

Toda gloriosa improvisación esconde muchas horas de ensayo. Dijo alguien también.No está en los evangelios, pero es verdad.

Y el mundo de hoy es el de la televisión. El que mantiene una imagen en pantalla entre dos y seis segundos de promedio. Y utiliza expresiones de uso frecuente cuyo significado no haya que buscar en los diccionarios.

Esta es la premisa inicial que debe abordar el que toma la palabra. Lo demás viene después. Por supuesto lo que, como fruto de su experiencia, haya escrito don Camilo.

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