martes, 24 de diciembre de 2013

SIN CORCHOS NI PAPEL DE PLATA

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Lo cuenta el evangelista Lucas que era médico de profesión. No ginecólogo, no el especialista en partos que atendió a Maria porque María dio a luz sola. Que sepamos sin ayuda de mujer alguna y menos con atención sanitaria. No hubo ningún Samur al que llamar. Ni dispuso siquiera de eso que hoy denominamos asepsia. El pesebre donde Jesús nació tiene como sinónimos establo y pocilga.
Lucas era médico. La escritura no dice más. Lo afirma Eusebio de Cesárea resumiendo la tradición cristiana que le atribuye dos obras: el tercer evangelio y los Hechos de los Apóstoles.
¿Cómo fue aquello, qué fue?
Solos la Virgen María
y su señor San José.
Ese quejido, esa alarma...
¿quién lo escuchó aquella vez?
Esa zozobra “¿te duele? “...
Ese temor de mujer
de madre joven que estrena
el fruto de su preñez.
Sin claridades de día
¿Cómo sería sin ver,
con el silencio rasgado
entre la mula y la res?
Toda la tierra expectante,
Todos los ríos con sed
Todos los nidos vacíos
Todos los panes sin mies
Y todas las madreselvas
Y jacarandas sin miel
Sin granazón, sin futuro,
sin herederos, sin él
porque El estaba naciendo
en un portal de Belén.
Y, cuando el orbe lo supo
Y se pararon los pies
de los que aprisa corrían
buscando plata de ley
cabalgaduras briosas
con lujosísimo arnés
y los sillones de lujo
con alfombrado escabel...
Todos los ojos a una
se deslumbraron al ver
que en una cueva dormía
el mismo Dios que hombre fue:
Un niño recién nacido
entre una mula y un buey.
El eligió su portal
       sin más riqueza ni oro
        que ese pequeño tesoro
        del doble aliento animal.
         Una pobreza total.
         Tan pobre del mundo era
          que, si de nuevo naciera,
          a buen seguro lo haría
          surcando la mar más fría
          a bordo de una patera



   

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