Motín a bordo en
la Bounty del toreo. No ha sido la marinería, sino la más encumbrada
oficialidad. Cinco matadores de fuste se han unido para arrojar por la borda al
capitán que, en este caso, es el empresario destinado a contratarles por los
armadores de la Maestranza, la nao más histórica y garbosa que surca los mares
taurinos.
El cinco es un número musulmán. No dispone ni de la rotundidad garbosa del ocho, ni de la apertura del seis que es un ocho inacabado, siempre dispuesto al cierre como una buena jugada de dominó. Con cinco no se pueden formar dos carteles iguales. Siempre habrá que someterse al mano a mano. Y en este grupo de insubordinados palpita un insobornable propósito de auto concesión del título personal de “soy el mejor”.
La Maestranza es una institución nobiliaría y cuesta trabajo imaginar a un noble traicionando a la palabra dada tanto más cuando ésta se ha concedido por escrito. Por otra parte, “la familia Pagés-Canorea lleva más de ochenta años al frente de la Plaza de Toros de Sevilla y siempre ha cumplido todos sus compromisos.”
Lo dice
Eduardo Canorea Pagés en la bandera blanca de la paloma de paz que ha echado a
volar en su reciente comunicado a los medios.
Hay Canorea
para rato. Por lo menos hasta que caduquen los papeles. Pero esto mismo abre
ante los ojos del empresario un panorama inapreciable de mejoramiento y
reforma.
¿Cuál es la base filosófica que sustenta el motín?... las cinco figuras taurinas declaran que no volverán a Sevilla hasta que la plaza "recupere su identidad”. ¿Qué quieren decir con eso, el mejoramiento y la pureza de la fiesta?. Pues vayamos a ella. Al toro, por los cuernos. Que venga el toro. El de verdad. Que no se oiga más ese grito que saltó en no lejana ocasión desde los graderíos, “¡Canorea…¿dónde has comprado estos toros?... ¿En los chinos?”…
Toreros quedan de sobras para enfrentarse a ellos. No hay más que ir a la clasificación final de la temporada última. Hay más figuras que las cinco amotinadas: el Cid, Padilla, Fandiño, Escribano, Daniel Luque, Antonio Ferreras, David Mora, Castella, Jiménez Fortes… y eso sin acudir a Ponce o el Fandi, o a las que se sitúan más abajo pero siempre están dispuestas a todo y gozan de seguidores caseros, Antonio Nazaré, Oliva Soto,Esau Fernández, Salvador Cortés, Miguel Angel Delgado…¿Sigo?...
Así se las
ponían al rey Felipe el de las carambolas.
Pero escrito lo anterior, no abandonemos la sensatez. Recuperemos la calma, la serenidad y el buen sentido. Haya paz. Eduardo Canorea Pagés la invoca en este Comunicado que le honra en el que también existe otro párrafo significativo:
“Los tiempos
que corren son difíciles y la Fiesta lo está pasando mal, por eso les hago
sentidamente un ruego: volvamos a la cordialidad que ha presidido nuestras
relaciones hasta aquí y procuremos estar a la altura de las circunstancias.”
La afición que da de cara en la taquilla, o que se sienta ante el televisor para ver los spots publicitarios que patrocinan las transmisiones taurinas, merece casi tanto respeto como los toreros. Y tiene la llave para que esto siga o se vaya al garete.
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