Para veinte años va. En la
mañana del domingo 22 de enero de 1995 pronuncié en el escenario del Teatro
Lope de Vega la Exaltación del Cuarto Centenario de la Hermandad de la
Macarena. (1595 – 1995).
Lo estoy recordando ahora,
en las vísperas del día de la Virgen, cuando, al pasar a la agenda del año
próximo las anotaciones del actual que seguirán vigentes, he caído en la cuenta
de que pronto se cumplirán diecinueve. Aun parece que suenan en mis oídos las
cuatro marchas procesionales que interpretó la Banda Municipal todavía a las
órdenes del maestro Albero: Virgencita Macarena, que compuso él mismo,
Esperanza Macarena de Pedro Morales, Coronación de la Macarena, de Braña y Pasa
la Macarena de Gámez Laserna.
Me presentó Antonio Ríos
Ramos, a la sazón presidente del Consejo de Cofradías y yo dije que la historia
de la Hermandad comenzaba con cuatro siglos de menos.
Con cuatro siglos de menos
Sevilla había demostrado que era ciudad fiel y devota de la Madre del Redentor
cuyas diversas conmemoraciones celebraba. Y se había convertido en ciudad de
conventos, honrando a María con la austeridad monástica.
Con cuatro siglos de menos,
María está presente en el Vía Crucis Penitencial a la Cruz del Campo. Y, bajo
su nombre, se protegen hospitales y fundaciones.
Con cuatro siglos de menos,
la Virgen, Asunta al Cielo, como elevara a Dogma el uno de noviembre de 1950 el
Papa Pío XII, había partido a la morada del Padre… quien sabe si desde Éfeso o
desde Jerusalén… y ya se acordaba de su estancia en la tierra. Sí. Fue
entonces:
Con cuatro siglos de menos
estaba viendo María
si a la tierra bajaría
a sus campos nazarenos.
Y con ojos de luz llenos,
la que está de Gracia plena
concluyó: No habrá más pena,
sino el gozo que más brilla,
que me quedo Yo en Sevilla
y me llamo Macarena.
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