Hablar de
ella en Noviembre tiene su morbo. La Doña Ana de hoy y de la que proyecto
recordar algunas cosillas no es la novia de don Luis Mejías, el caballero
gamberro que, en la obra teatral de José Zorrilla, discutía con otro de su
calaña, don Juan Tenorio, en la Hostería del Laurel, cuál de los dos había hecho más daño con mayor fortuna.
Sabido es
que, al relatar ambos sus conquistas, batallas ganadas, asaltos venturosos y
otras fechorías y caer en la cuenta de que estaban empatados, deciden una revancha en la que esa misma noche, Don Juan debía conquistar a
Doña Ana, con la que había de casarse Don Luis en tanto que Doña Inés de Ulloa,
recluida desde poco después de nacer en un convento y prometida de Don Juan,
sería seducida por su amigo y
competidor.
Aquella
Doña Ana se apellidaba de Pantoja y no tenía hijas. La actual doña Ana no lleva
el apellido y es la madre de una conocidísima sevillana que si lo lleva y al
que da lustre y nombradía como estrella de la canción.
Ahora lo
está pasando mal.
Doña Ana,
su madre, permanece a su lado y así aparece en las fotografías de los
insaciables reporteros gráficos como aquel mediodía que se nos mostró
colaboradora y eficaz cuando fuimos Alberto Beato como cámara y yo como
plumilla a la clínica de Fátima a entrevistarla para la Uno de Televisión tras
haber dado a luz a su hijo Paquirrín.
Paquirri
lo había prohibido, pero se había ausentado reclamado por algunas gestiones y
aprovechamos la ocasión.
Doña Ana
era Doña entonces y continúa siéndolo ahora. Nadie la ha desposeído de su
dignidad. Antaño, feliz. Hogaño, preocupada y triste. Las vueltas que da la
vida.
1 comentario:
Que lastimita de la Pantoja. Pues no está condenada por un delito? A qué tanto defenderla por todas las televisiones y medios? Joer... que es una delicuente.
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