El sevillano, y yo diría que todo andaluz, es un ser que siente de una manera especial su pertenencia al cosmos. El contacto con el aire, la luz y el sol lo necesita de manera permanente. De aquí la preferencia de la vida al aire libre y esa escapada de la oficina cerrada o el despacho angosto iluminados constantemente por luces artificiales, hacia la puerta y la calle.
Se toma café en el bar de la esquina más que por saborearlo por recorrer el espacio abierto que media entre el establecimiento y el lugar de trabajo. Y se asoma uno al balcón, a la terraza o a la puerta de la casa para lo mismo.
Cuando hoy nos encontramos con fumadores compulsivos que echan humo en las afueras de sus lugares habituales de permanencia laboral no es solo que se someten a las prohibiciones relativas al tabaco, sino que requieren con urgencia sentir sobre su piel la caricia de la luz y el regalo del apretón caliente del astro rey.
Llueve y llueve y no deja de llover. La vamos a beber de pie. Y, de manera insólita, las conversaciones giran en torno a la previsión del tiempo, tema que supera, aunque parezca increíble, la atención de los ciudadanos sobre la autoría de la traición del Bar Faisán y la intención del Rey reuniéndose en la Zarzuela con los llamados a resolver el lío gordísimo de la crisis en la que nos encontramos.
Yo, indefectiblemente, me acuerdo de Cristina Narbona, la hija de mi nunca bien ponderado director en la televisión territorial Francisco Narbona, de indeleble memoria, cuando era ministra y se había empecinado en eso de la construcción de plantas desaladoras porque se iban a terminar las tormentas y ya careceríamos de agua de lluvia por los siglos de los siglos.
Como Cristina había estudiado Económicas y se sabía la carrera muy bien porque, además de guapa, era, y es, listísima, pero de Meteorología no sabía tanto, me atrevía a preguntarle cómo conocía ella eso y la respuesta siempre resultaba la misma: Porque me lo dicen mis técnicos.
Yo, ahora, mojado como una sopa, si me la encuentro alguna vez tendré que decirle de paraguas a paraguas: Pues, anda, que vaya técnicos que tenías, Cristinita.
2 comentarios:
Esperemos que nuestra querida Cristina no se la beba toda y deje alguna en los pantanos. Que luego toca rogar y bien sabe Ud. maestro que luego cae cuando no debe.
Cuando llueve en Semana Santa dos veces llueve sobre Sevilla: el agua que cae desde el Cielo y las lágrimas de los cofrades que vemos como nuestro sueño se marcha de nuestras manos.
Para valor el de su hermano del Calvario D. Julio Marvizón. atendiendo a todas y cada una de las hermandades de Sevilla en sus peticiones de predicciones para el día señalado.
Que recuerdos maestro cuando por minutos en calle Sierpes dejaba de ser nazareno del Tres Caídas de Triana para proseguir mi camino hasta llegar a la Catedral como hermano de vela apagada detrás de ese palio que me vuelve loco y de esa hermosa Rosa que me robó el corazón la primera vez que me encontré con sus ojos en la Parroquia Magdalena.
En estas fechas querido maestro solo quiero Aguas de Dos de Mayo y de esa Virgen más humana y Reina del Museo.
Un abrazo en mi admiración perpetua a su destacada persona.
estimado señor garrido.
yo le digo una cosa a esas personas tan listas seles tendria que mandar achicar el agua de las inundaciones con cubitos de playa,para que aprendiesen.tambien me gustaría preguntsrle una cosa,verá me gustaría poder mandarle un regalo de cumpleaños a antonio,ya que como le dije lo admiro muchísimo,pero claro ne me fio de mandarlo y luego no saber si lo recibe o no,.tambien quiero decirle que cuando le puse lo de que escribia poesias aun no tenia el blog abierto,es este desde el que le dejo el mensaje.les deseo de corazon que deje de llover, o este año las procesiones van a ser en canoa.
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