Ante lo que se presume como primer paro colectivo importante que va a sufrir como castigo el gobierno que será la Huelga de funcionarios, alguien ha lanzado la idea de que los abuelos hagamos huelga también.
Por lo visto es la única defensa que les queda a los sectores de la sociedad agredidos por la demencial política económica del ejecutivo.
Todos sabemos que el derecho a dejar de trabajar que asiste a los ciudadanos está recogido por la Constitución. Por lo menos hasta ahora porque un Zapatero que se salta a la piola el Pacto de Toledo de los pensionistas es capaz de cualquier cosa. Lo complicado es cómo abordan los jubilados su realización efectiva.
No pueden dejar su ocupación laboral remunerada porque ya no la tienen. Lo único factible es dejar de hacer aquello en lo que ocupan sus horas todos los días.
Si los abuelos hicieran huelga los nietos llegarían tarde al colegio y no habría nadie para recogerlos a su hora de salida… ese día faltaría el pan… no se compraría la fruta… nadie iría a la Caja de Ahorros a pagar el último recibo que acabase de llegar y a sacar el dinerillo preciso para los gastos corrientes… los chiquillos se verían obligados a hacer las tareas sin ayuda… el televisor permanecería apagado la mayor parte de las horas del día… y, sobre todo, dejaría de oírse la voz pausada de la experiencia.
Pero… eso sí. Ahora que se acercan las vacaciones, las familias que puedan emprender un viaje de descanso, que este año serán menos, habrán comprendido la importancia de los abuelos y no se verán forzadas a dejarlos como obligados vigilantes de los pisos abandonados y expuestos a la codicia de los amigos de lo ajeno.
¿Huelga de abuelos?... Mejor que el paro, la manifestación. Tendría gracia contemplar la avenida más céntrica de cada capital poblada de mayores de blanqueada cabellera (metáfora un tanto cursi que se me acaba de ocurrir para evitar la palabra “viejos”) portando esa pancarta que se está convirtiendo ya en slogan de solapa:
Zapatero, dimisión.
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