Si alguien te alza la mano
o te ofende Gran Poder
te juro Dios soberano
que ese no pudo nacer
bajo el cielo sevillano.
Así terminó Antonio Rodríguez Buzón su Pregón antológico de Semana Santa en el Teatro San Fernando el domingo once de marzo de 1956.
El verso se me vino a la memoria confundido con la hiel de la noticia del demencial atentado al Señor. No. Me dije. No puede ser sevillano el autor de semejante villanía. Tiene que haber venido de fuera. El cielo de mi ciudad no pudo prestarse a la complicidad pasiva de amparar su nacimiento. Pero parece que estoy equivocado.
La Hermandad en una nota lo identifica como Luis C.O. Confirma que accedió al camarín donde la Sagrada Imagen se encuentra expuesta en permanente Besapié. Y dice que, superando las barreras que la custodian subió a su pedestal con la finalidad, tal y como recogen las grabaciones del sistema de seguridad de la Basílica, de hacerla caer a tierra.
El autor es un funcionario de prisiones destinado en la cárcel de Huelva que llevaba varios días sin acudir a su trabajo. Se ha publicado que la Policía Científica está analizando un macuto que tenía en su poder para tratar de esclarecer los motivos que le llevaron a cometer esta agresión y se añade que es un sevillano de 37 años de edad, corpulento y con barba, de comportamiento normal para los que le conocen y muy lejos de ser considerado como un vándalo.
… pero asaltó al Nazareno al término de la misa de las ocho y media. Como recogieron los numerosos testigos y las cámaras de la televisión interior.
¿Qué grado de depresión o de desequilibrio mental puede padecer un hombre para comportarse así?... ¿Qué pasó por su cabeza antes de decidirse? ¿Hay algo o alguien que hayan podido envenenarle empujándole a cometer esa barbaridad?
En mis numerosas visitas al Templo he visto rezar a drogatas y a majaretas. Y aun recuerdo a una jovencilla caída en las garras de la droga que llegaba ante el altar todas las mañanas con un botellín de cerveza en la mano, saludaba a la Sagrada Imagen versallescamente y trenzaba ante ella unos pasos de ballet. Luego salía con precipitación y los ojos llorosos. Era su forma de rezar.
Pero… ¿atentar contra el Señor?...
Nos hemos equivocado Rodríguez Buzón y yo. ¡Qué pena!
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