domingo, 27 de junio de 2010

La saca de las yeguas.

Todos los años el veintiséis de Junio, con motivo de la celebración de la feria de San Pedro, se ofrecen en el entorno de Almonte unas escenas ancestrales que cada vez cuentan con mayor número de espectadores: la saca de las yeguas.

Es como el rito gallego de la Rapa das Bestas que allí consiste en marcar y "rapar" las crines de los caballos en el "curro" recinto donde se acorrala a los animales previamente sacados de sus rincones en las montañas del centro y norte de Galicia.

En esos “curros” los más expertos ganaderos, los denominados agarradores, se enfrentan en poderosos forcejeos a los equinos asalvajados que acaban siendo reducidos para cortar sus crines y,si aun no se han marcado, proceder a herrarlos.

El de Sabucedo, en el Ayuntamiento de La Estrada, es el curro más famoso de Galicia. En 1997 se inauguró uno nuevo y se marcaron por primera vez algunos ejemplares con el hierro "Cabalo galego de monte".

En Almonte esto tiene un cierto parecido, pero posee señas autóctonas de identidad y grandeza ganadera. Los caballos se crían en las Marismas. En la extensión incontaminada que se asoma al Atlántico, paradero ornitológico defendido en el Parque Nacional de Doñana que antaño fuera cazadero real que hasta llego a frecuentar Alfonso XIII.

Una vez al año, los yegüerizos, jinetes expertos, amantes de la naturaleza y herederos legítimos de estos seculares propulsores de la cría del ganado caballar, se internan en aquellos parajes durante varios días hasta que consiguen agrupar ese monumental rebaño de garañones, yeguas y potrillos que conducen en singular cabalgada que parece salida de una película del Oeste hasta la aldea del Rocio.

Recorren las calles que conducen hasta la explanada del Santuario y en ella lo ofrecen a la Virgen espectadora singular que lo contempla desde su altar en la confusa mezcolanza que forman hombres y animales.

Luego se hace como en las tierras galaicas. El ganado se encierra en corraletas y allí se hierran los ejemplares nuevos y se pelan y desparasitan todos antes de conducirlos nuevamente a las Marismas.

Ya existe la denominación de origen “Caballo marismeño”, pero lo mejor es que prospere y crezca el ejercicio de esta ceremonia tradicional y que abunden las familias que regalen a sus hijos potrillos en vez de Kawasakis.

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