Ayer tuvo lugar en la ciudad de la Giralda y en un lugar tan emblemático como los Reales Alcázares el acto de entrega del premio Ateneo de Barcelona que en esta ocasión ha ganado la escritora catalana, como está mandado, señorita Vanessa Montfort
La autora,que además es periodista, y ya obtuvo en una ocasión anterior el Premio Ateneo Joven,explora los límites de la realidad y la ficción en un "vertiginoso thriller" ·.
La novela premiada aborda un tema tan catalán como la vida en la Ciudad de Nueva York destacando las miserias de los neoyorquinos por no haber tenido la suerte de haber nacido en las Ramblas, la Diagonal o el Barrio Chino.
Al acto asistió junto a las autoridades sevillanas el presidente Montilla, catalán de pura cepa como es sabido, que consoló a la joven escritora premiada confesando que un amigo suyo había nacido en un pueblo cordobés y ahora regía los destinos catalanes como si tal cosa.
Dicho esto tomó una copa de Montilla Moriles en cristal adecuado al champán catalán y en el hermoso idioma de Ramon Llull hizo votos porque el premio siga celebrándose cada año con el mismo esplendor y la misma vinculación a la tierra que lo vio nacer.
A la ceremonia asistieron también algunos viejos ateneístas sevillanos que recordaron con nostalgia cómo el primer premio Ateneo de Sevilla, dotado entonces con doscientas mil pesetas, fue concedido en abril de 1960 a Manuel Pombo Angulo por su novela “La sombra de las banderas” y el cuarto a “Epitafio para un señorito”, de Manuel Barrios, una de las novelas más características del escritor y uno de los éxitos de crítica más notables de los últimos años,a pesar de que, como es sabido, Barrios sea andaluz y su narración no se desarrollase en Manhattan,sino en Andalucía.
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(Este erróneo texto fue escrito por un aficionado al periodismo que ni siquiera ha llegado a becario y al que el Ateneo sevillano ha recomendado como castigo que escriba una novela y la presente al Premio que lleva su nombre)
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