Como confesión de parte, me apetece anticipar que me encanta Cataluña y que me unen a ella diferentes lazos, hasta familiares.
Por eso no puedo evitar que me contraríe el uso y abuso que hacen o pretenden hacer del pueblo catalán algunos lamentables políticos en sus campañas previas a sus próximas elecciones autonómicas.
Hoy me da hecha esta “entrada” un texto que acabo de recibir en mi Correo y que me abre los ojos sumiéndome en una profunda preocupación.
Una familia española que gaste al día ocho o nueve euros en productos catalanes, lo que no es ni complicado ni difícil si se suma lo invertido cada jornada en alimentación, bebidas, medicinas, ropas, libros etc. debe saber que se le van de sus ingresos comunes 583 euros en IVA al año, o sea unas 100,000 de las antiguas pesetas que directamente se ingresan en las arcas de la Comunidad Autónoma Catalana por decisión de ese genio de la economía y las finanzas que es el señor Zapatero.
Por resolución zapateril el IVA de los productos catalanes vendidos en España y el de los productos españoles vendidos en Cataluña sigue ese camino como pago de unos favores recibidos por el Ejecutivo Hispano.
No es nueva esta actitud. Desde 1993 las presiones nacionalistas han abierto un debate sobre la España federal que cada vez cala más en la opinión pública de todos aquellos que no solo son asaltados legalmente, sino que, además, contemplan inermes cómo el principio constitucional de que todos los territorios deben tener los mismos derechos y que el Estado central tiene la obligación de corregir las desigualdades se convierte en agua de borrajas.
Y, por si fuera poco, si quien tales reflexiones se hiciera, para aliviar su justificada indignación, encendiera el televisor, podría tropezarse en la pantalla con un hombre anuncio vestido con los colores de la bandera española que le roba la cartera a un distraído viandante catalán.
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