Por fuerza hubimos de comentar la grandeza del idioma español y su proclamada belleza cuando con él se expresan cadenciosamente los pueblos hispanos.
Estaba yo con unos amigos y compañeros en un plató de televisión en donde grabábamos un programa biográfico del periodista y locutor chileno Bobby Deglané. E hicimos referencia a esas curiosas frases hechas con las que solía adornar sus parlamentos: “la cosa tiene telenguendengue” para significar que disponía de intríngulis y dificultad… “señorita porque usted lo quiere” para rematar la respuesta a la voz femenina que respondía por teléfono a su pregunta si era señora o permanecía soltera… y la referencia cervantina con el principio del verso del Ingenioso Hidalgo “nunca fuera caballero de dama tan bien servido (como fuera Don Quijote cuando de su tierra vino) ”cuya primera parte utilizaba el popular radiofonista para agradecer cualquier colaboración de una fémina en sus programas.
Tan español se sentía Bobby, especialmente de Sevilla, en donde una calle céntrica le recuerda rotulada con su nombre, que no podía dejar de referirse, siempre que la ocasión se lo propiciaba, a la lengua que hablaba tratada por la genialidad de Miguel de Cervantes.
Pero eso una parte del pueblo catalán lo olvida por sistema y, lo peor es que esa parte gobierna ahora en Cataluña – por lo menos hasta el domingo – y persigue y multa hasta a los que se atreven a situar en sus establecimientos un rótulo en español.
Ana María Matute, la escritora premiada, es catalana. De Barcelona. Y ha ganado el máximo galardón de las letras hispanas escribiendo en español esas deliciosas novelas en las que se mueve entre el realismo, la proyección a lo fantástico y la posesión de un mundo y un lenguaje propios.
No se cómo esta decisión del Jurado del premio, que en sus 35 años de trayectoria solo había distinguido hasta ahora a la ensayista María Zambrano (1988) y a la poeta cubana Dulce María Loynaz (1992) ha caido en la opinión sectaria de ese ignorante especulador que se llama Artur Mas.
El futuro honorable presidente, según las encuestas, encaramado en la monumental falsedad del slogan de su cosecha que proclama que ya es hora de que los catalanes dejen de pagar la fiesta al pueblo español, se frotará las manos codiciosamente saboreando el 18 por ciento de IVA que enviará forzosamente a sus bolsillos cada consumidor de productos catalanes en España o vendedor de productos españoles en Cataluña a los que él insulta tan impunemente.
¡Qué importa el premio si además es español!.
Barcelona es bona si la bolsa sona.
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