Temí empezar a padecer sordera. Por más que subía el volumen del mando a distancia no me enteraba absolutamente de nada de lo que decían los actores que interpretaban una serie anunciada como de esperado éxito en la pantalla del televisor.
El título era sugerente: “Malaya”. El formato, atractivo: Una miniserie con la que la I de TVE española competía con Jorge Javier Vázquez. El momento, el adecuado…
Todo fue aceptablemente bien, menos la comprensión de los diálogos. Ignoro si por esta causa ha ganado a DEC, pero no ha podido con Deluxe, pero esto para lo que me propongo decir es irrelevante.
Afirmo que en la actualidad los nuevos actores del cine o de la pequeña pantalla hablan mal y vocalizan peor. Y que, como por moda y más como ahorro de los gastos de producción, se prefiere el sonido directo, el resultado es lamentable.
Se tratan de justificar estas dos circunstancias con el argumento de que se resalta la naturalidad. Pero un guión del que solo llegue al espectador la imagen porque el sonido ( voz, música y efectos ) resulte inaudible queda reducido a la mitad.
No puede contarse una historia si los llamados a darle vida escénica hablan para ellos mismos, se comen los finales de las frases y, ni siquiera se preocupan de dirigir la voz hacía los micrófonos destinados a recogerla.
Viene a mi memoria una anécdota que narraba el recordado Emilio Segura, describiendo cómo un renombrado actor catalán interpretaba don Juan Tenorio en el Teatro Cervantes. Cuando iniciaba el conocido verso que dice…
“Llame al Cielo y no me oyó y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra, responda el Cielo, no yo”…
…apenas avanzó al proscenio y empezó: “Llamé al Cielo y no me oyó…”
salió una voz del anfiteatro que le interrumpió advirtiéndole…
--- Si te oyó, alma mía. Pero no se enteró de lo que estabas diciendo… y yo no me estoy enterando tampoco.
Eso me sucede a mí con estas series. Dale que te pego al mando y el muchacho que interpreta al juez del famoso caso marbellí sin atinar a explicarme porque mandó a la cárcel a Juan Antonio Roca.
Menos mal que uno lee los periódicos, que si no…
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