Como los telediarios de las diferentes televisiones, oficiales y privadas, cada vez se parecen más entre sí, a algún genial directivo recién incorporado al staff de las decisiones, se le ha debido ocurrir la peregrina idea de levantar a los presentadores de los asientos que siempre ocuparon paseándolos por largas pasarelas.
Una auténtica faena a las caras bonitas y los bustos esculturales de las locutoras con piernas feas. De pie no se mostró nunca mas que al hombre del tiempo, desde aquel Mariano Medina del que malévolamente se contaba que lo sorprendió un día un enfurecido marinero entrando en el plató con una astilla en la mano increpándole a voz en grito “¡Con que marejadilla en el Cantábrico, eh!”.
Suceso imposible porque don Mariano era un meteorólogo tan excelente como Julio Marvizón en “Telesur”.
Pasando por encima de la postura equidistante e imparcial a que me obliga mi pertenencia antigua al mundo televisivo, no puedo evitar algunas observaciones destinadas a completar este movimiento innovador:
Debería evitarse toda presunción personal. Me decía un concejal de no se qué sitio al que acababan de nombrar delegado del Servicio de Extinción de Incendios:
“Esta claro que si me dicen que se está quemando la torre de la iglesia yo cojo a mis bomberos y los mando rápidamente a sofocar el fuego”
Hacía un cuarto de hora que había recibido el nombramiento y ya los bomberos eran suyos.
Me acuerdo de esto siempre que la presentadora de turno avisa desde la pantalla. “Y ahora, unos minutos de publicidad. No me dejen, por favor” o “Antes de empezar les voy a resumir los temas que traigo hoy”…
Ni se va ella. Ni trae ella solita nada de nada. Los programas los hacen los redactores, los técnicos, los colaboradores diversos…mucha gente que no se ve además del presentador o la presentadora que ponen la carita ante las cámaras y que, por ello, jamás deberían dirigirse a los telespectadores en singular.
Otra cosa más:Los comentaristas de las transmisiones en directo deberían ponerse siempre en el lugar del público receptor y no describir lo que éste ve ni mencionar lo que está oyendo.
Suele ser habitual que el locutor que describe una corrida de toros cuando salta el pasodoble si, como por desgracia sucede, ignora el título de la partitura, supere su ignorancia diciendo “suena la música”.
La frase como puede comprenderse es absolutamente imprescindible para tranquilizar a los telespectadores que se puedan preguntar qué es ese ruido.
Son meras opiniones.Los jóvenes y dinámicos ejecutivos no me harán ni puñetero caso.Me da igual. Me inquieta mucho más que mi nieta haya escondido el mando y ahora no recuerde dónde lo ha puesto.
4 comentarios:
¡Pequeña gran clase la que nos da a muchos en esta entrada! Hoy, que muchos de los que estudiamos empezamos nuestra "reentré".
Buenas lecciones de periodismo sí señor. Tiene usted toda la razón. Como profesional de los medios me satisface mucho compartir entradas como éstas.
Y por supuesto, los presentadores de pie conllevan una pérdida de seriedad y, con ella, de valores, más pendientes del modelito y del tipazo que que tienen que de lo que dicen y de cómo lo comunican. Esto para nosotros es frustrante.
Gracias, amigos y compañeros. Abrazos para todos.
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