Me puede mi pertenencia corporativa. Qué le vamos a hacer. Me indignan los abiertos o escondidos propósitos de cerrar televisiones. A menudo y cada vez que se intenta agarrar la hebilla del pantalón de los gastos públicos y adelgazar el contorno, lo que dicho sea de paso, todavía no se ha hecho, aunque debió empezarse por ello en vez de alinear a los ciudadanos en las trincheras de fuego de la carne de cañón de los ahorros crueles o los desempleos despiadados, sale a relucir el gasto de las televisiones autonómicas y locales. Como si los trabajadores de estos entes se rascaran la oronda barriguita como hacen no pocos listos de la política actual.
Vamos a ver ¿Quién trabaja más un operador de sonido o un diputado provincial?... ¿Un "plumilla" (cariñoso y antiguo término para designar a los periodistas audiovisuales) o un senador...?
¿Alguien se ha parado a pensar en el share de los programas que ejecutan las Diputaciones?... ¿Alguno ha medido los desvelos de los miembros del Senado, desdibujada cámara de los lores, innecesaria a todas luces como viene repitiéndose por activa y por pasiva?
El Senado nos cuesta a los españoles más de cincuenta millones de euros anuales. Las Diputaciones, la friolera de veintidós mil millones. Las televisiones autonómicas y locales mil doscientos euros al año. Imposible detenerse en la comparación sin evitar el sonrojo.
No me estoy inventando nada.Tomo los datos de los trabajos más documentados publicados recientemente en la prensa.
Sin embargo todavía no se ha suprimido la decorativa Cámara Alta ni se ha clausurado ninguna Diputación, pero sí se ha cerrado TeleMadrid. No lo entiendo. Se aduce la inviabilidad de su permanencia. Mentira, podrida. Toda empresa y más las de este sector puede ser viable si se aplican con acierto los sagrados principios de la Economía.
Kenneth E. Boulding lo puso bien claro en su Análisis Económico.pero dudo mucho que los que toman estas decisiones se hayan leído ni la mínima parte del millar de hojas de su libro.
Protesto y me solidarizo con mis compañeros madrileños puestos en la calle absurdamente.
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