Me he puesto a buscar datos y a revisar crónicas periodísticas de la época y me encuentro con algunas peculiaridades de la Cabalgata de Reyes del Ateneo sevillano. Un invento de esta antiquísima institución que nació en la incógnita de si sería acogido con la bondad y comprensión del público espectador, imprescindibles para su supervivencia..
Es sabido que fue en 1918 cuando apareció el primer cortejo en el que iban a representar a los enigmáticos sabios estrelleros Melchor, Gaspar y Baltasar, el presidente de la docta casa Jesús Bravo Ferrer, el poeta José María Izquierdo, conocido por su alias de Jacinto Ilusión y Javier Laso de la Vega. El primero iría cabalgando en un caballo blanco y los dos siguientes encaramados en sillas regias sobre auténticos camellos que yo he supuesto serían dromedarios, por tratarse de los mamíferos que disponen de una sola giba y se doman para ser montados.
El último de estos animales representantes de los Camelus, parece que el sometimiento de la doma no le había dejado muy convencido. Se acostó cuan largo y peludo era sobre el empedrado suelo de la calle Lombardos, la actual Muñoz Olivé, espacio cedido por el Municipio para la organización de la caravana y despedía con cajas muy destempladas a quienes temerariamente pretendían que abandonase esa postura.
Tan enrabietado y rebuznador lo vio el ilustre sevillano al que había transmigrado el espíritu del negrito Baltasar que se desprendió del manto y la corona y abdicó apenas supuso el riesgo que correría en tan indócil porteador.
Hubo que sustituirle a toda prisa y se echó mano del negrito verdadero que trabajaba como botones en el Llorens. Un natural del Africa subsahariana, Antoñito de nombre, investido monarca a toda urgencia que, apenas sujetó su manto y embutió su testa rizada en la corona, con agilidad y sin miramientos trepó hasta la altura de la joroba del rebelde animal y a fuerza de gritos y varetazos logró que se incorporara y depusiera su huelguista actitud.
Se había proyectado que, al frente del desfile marchase un grupo de ateneístas provistos de bastones, por si el cortejo causaba hilaridad o crítica agresiva entre el público, pero, al final se decidió con buen criterio que esta presencia podría considerarse un desafío y se sustituyó por un piquete de la guardia municipal al que seguían cuatro trompeteros.
Desde el año citado hasta la fecha la Cabalgata de Reyes del Ateneo hispalense ha recorrido las calles del viario sevillano sin faltar nunca a su cita con los niños en la noche víspera de la Epifanía..
¡Cómo reluce Sevilla
en ese cinco de Enero!
No llega Papá Noel,
Ni Nicolás el norteño.
Que vienen los Reyes Magos
que son de aquí. Son más nuestros.
Los niños que nada tienen
esperan todos contentos
y guardan para los Reyes
un beso... dos... y tres besos.
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