Con esta manía que tiene uno de escribir un libro de vez en cuando resulta que se le va el santo al cielo y la pluma al tintero. O, mejor, el portátil a su funda. Acabo de entrar en mi lista de blogs y resulta que el último texto lo colgué hace nueve días. No me gusta el número. Especialmente cuando va solo. Si terminase en "a" sería otra cosa. Y más si se multiplicase hasta el plural que resultaría una palabra muy periodística: "nuevas".
Hablando de prensa, se me ha pasado el Dia. El de San Francisco de Sales, patrono de la profesión, que el aumento de los reporteros audiovisuales convirtió en el San Francisco de sales en la tele.
No está el oficio para celebraciones. Cada vez hay más compañeros en la calle despedidos de sus puestos de trabajo y mayor número de nuevos licenciados abandonando la Facultad y buscando un hueco donde estrenarse.
Una lástima porque cada vez se escribe mejor y los chavales abandonan las aulas con una capacitación científica y práctica más amplia. Esto hace que rayen a mayor altura que aquellos que se lanzan a ponerse delante de un micrófono o de una cámara o a rellenar el espacio de las páginas de un blog sin la mínima dotación personal o preparación para ello.
Por si fuera poco el nuevo periodismo exige servidores de un exigente perfil. Me parece un error mirar el pasado con nostalgia. Creo más adecuado abrir la mente en busca de soluciones avanzadas para este presente turbulento. Confio no equivocarme si vaticino que, en los próximos años, los periodistas deberemos ser capaces de producir contenidos para cualquier medio ya sea escrito, audiovisual o digital. Y en esta última situación conviene valorar las nuevas especialidades.
Tendré que seguir otro día meditando sobre esto.
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