martes, 25 de marzo de 2014

EL ENTIERRO DE SUAREZ POR TELEVISION


Me senté ante la pantalla con el grifo abierto del sentido crítico. Y a poco lo tuve que cerrar. Debo confesarlo. Adolfo Suarez se merecía que sus restos y su memoria fuesen honrados como lo ha hecho el pueblo de Madrid y la clase política en general, pero  también que los servidores del ente público que él dirigió un día se esforzasen al máximo en dar forma a un programa imprevisto que recogiese esa realidad. Y pienso que ha sido así.

El trozo de papel en el que aviesamente tenia previsto anotar errores y torpezas se me quedó en blanco. Puedo extraer de la reseña no formulada ni escrita que me suscitó la transmisión pequeños detalles negativos y opiniones personales adversas en torno a algunos aspectos. Pero nada de eso dispondrá de entidad suficiente para restar méritos a lo que creo que ha sido un completo servicio a la audiencia.

A mi modesto juicio sobraban los invitados en el plató sobre todo cuando se enredaban en densas opiniones sobre la trayectoria  política del primer presidente de la democracia. Y, por el contrario, faltaba información sobre no pocos de los asistentes, de manera especial en torno a los deudos del prohombre fallecido.

Igualmente podrían resultar irrelevantes las entrevistas a varios espectadores a pie de calle, innecesariamente repetidas y faltar descripciones complementarias de algunas escenas. Y, por supuesto, eché en falta la unidad del lenguaje. Al carruaje que portó los restos, un armón de artillería, se le llamó también simplemente carro y, en una o dos ocasiones, armón de caballería.

No se dijo de que iban vestidos los équites de dos de los caballos, lustrosos e igualados en su capa negra, que tiraban de la plataforma… ni los títulos de las marchas fúnebres y, sobre todo, hubo ocasiones de una absoluta divergencia entre lo que mostraban las imágenes, el contenido de las palabras de los comentaristas y el texto que aparecía sobreimpresionado en el borde inferior de la pantalla.

Nada de ello menoscaba el éxito del proyecto.

Adolfo Suarez, que puede pasar también a la historia como el presidente del gobierno que abrió más a la mujer su participación política como representante de los españoles tanto en el Congreso como en el Senado (lo decía la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, ante las cámaras de “el Correo de Andalucía televisión) y que fue director general de radiotelevisión española (mi nombramiento oficial en la casa lo tengo colgado en mi escritorio firmado por él) ha tenido un entierro solemne llevado con pericia por la Uno de TVE a todos los hogares comandado por dos mujeres eficaces, la presentadora Ana Blanco en los estudios y  María Eizaguirre como realizadora de la transmisión especial.


Las secundaron eficazmente Estrella Moreno ante el Congreso, Isabel Ojeda en Cibeles y Almudena Guerrero en la Carrera de San Jerónimo. Todas supieron transmitirnos emoción por encima de la complejidad informativa del acto con nitidez, cariño y profesionalidad. Enhorabuena.

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