El primer domingo de abril. Y en el Maestranza. ¿Estaría
mejor en Fibes?... Me lo han preguntado en una entrevista y he contestado que
no. Es una opinión. La mía particular. Y no tiene más valor que ese. La
sustento en algunas reflexiones.
La Semana Santa está perdiendo intimidad. Y
ganando bulla. Va resultando difícil presenciar una cofradía sin exceso de
público por alguno de esos rincones que antaño teníamos seleccionados los
cofrades en nuestra colección privada de momentos exquisitos.
Crece el número de espectadores como disminuye la
proporción de devotos. Y el fenómeno comienza en no pocas cofradías, generosas
en la amplia composición de sus cuadrillas de costaleros y en la cuantía de los
componentes de sus bandas de música, muy superiores a sus tramos de nazarenos.
El Pregón, analizándolo en su estructura de acto
representativo, me pareció, años ha, un magnífico programa de radio.
Actualmente lo contemplo como una espléndida producción televisiva. Antes,
necesitaba un estudio. Hoy, un plató.
En modo alguno, un estadio. Ni siquiera las proporciones
de un escenario previsto para conferencias y exhibiciones congresuales, por
bien dotado que esté y ofrezca amplias capacidades aunque no lleguen ni a
desproporcionadas ni a gigantescas.
Yo lo devolvería al Lope de Vega. Y eso porque derribaron
el San Fernando. Y seleccionaría el público asistente al que hay que
concienciar de cual es su papel en la ceremonia: Aplaudir al término de la
interpretación de las marchas y los himnos…rubricar con ovaciones los finales
de párrafo del pregonero si este llega a ellos con entusiasmo… intercalar
apagados, pero audibles, olés cuando lo requieran los versos… Y, por supuesto,
toser, poco. Y estornudar, menos.
Lo mismo que hay agencias que eligen a los invitados de
los concursos y otros programas de entretenimiento de la tele, el Consejo y las
hermandades deberían disponer de un sistema para escoger a los ocupantes de las
butacas del teatro y velar para que no siempre fuesen los mismos. No sería un númerus
clausus sino un númerus selectus.
De igual forma que ya no se ven en la oferta habitual de
la pequeña pantalla los primeros planos de las señoras gordas o de los viejos
calvos desdentados, sustituidos hoy por chicas monísimas y musculados jovencitos
atractivos, hay que eliminar de la representación escénica del Pregón las
imágenes de los caballeros encorbatados consultando el reloj o las de las
féminas enjoyadas disimulando sus bostezos.
El Pregón se ha pronunciado en los proscenios de
diferentes teatros: El San Fernando, el Coliseo, el Palacio Central, el Alvarez
Quintero, el Lope de Vega, el Maestranza…
Hoy su mejor escenario se llama Televisión. Y se llama
Radio, también. No nos olvidemos.
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