Palabras muy sensatas. Le he oído contestando a Paco
Robles en “Saeta”. No se puede ser ni más sincero, ni más ecuánime. Quico
Berjano tiene las ideas claras y el proyecto bien trazado.
Adelanta que durará una hora y veinte minutos. Que su
contenido será religioso puesto en cofrade. Que alguien conocedor de la materia
le resumió lo que debería contener esencialmente un pregón con dos palabras:
sentimiento y memoria. Y que ha querido seguir el consejo y, pese a la opinión
contraria de algunos muy afectos a él, en determinados momentos hasta llega a
un desnudo personal que yo supongo de ideas y sensibilidades.
“Con vuestra licencia, soberanos cofrades de Sevilla”,
pidió humildemente Rodriguez Buzón al inicio de su elocución histórica aquel
mil novecientos cincuenta y seis. Que un juez de profesión se muestre así ante
el más ilustre jurado de la ciudad que, como también dijera don Antonio, es el
que formamos los amantes de las cofradías, es muy significativo.
La imagen del servidor de la ley que ha de redactar
sentencias es más la de un oyente que la de un orador. En un juicio toma la
palabra el acusador y objetan los defensores. El juez escucha, arbitra y dicta
una resolución. Hablar, no habla mucho. Y, cuando se expresa, suele hacerlo por
escrito. Aquí tiene que enhebrar las frases, los conceptos y las vivencias de
cuantos le escuchan en descripciones literarias acertadas y bien dichas.. No es fácil.
Porque, además, en este mundo de hoy tan peculiar en el
que los políticos quieren callar a los jueces y los jueces ansían dedicarse a
la política, un juez cofrade o un cofrade juez, que, a lo peor no significan lo
mismo, hallan ante sí un terreno sediento de decisiones que traduzcan con
presteza la justicia divina.
Esa que precisamente empezó a administrar desde el
extraño estrado de una cruz un muchacho carpintero convertido en reo de muerte
por un juez prevaricador.
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