miércoles, 30 de abril de 2014

EL DEDO EN EL OJO



Jugábamos aquellos niños del tiempo ido por ciclos. Según caprichosas épocas que nunca supe, ni me importó mucho saber, quien se encargaba de implantar. Llegaban los días de jugar al aro y todos jugábamos al aro. Aparecía un mozalbete con un trompo y ya estaba la totalidad de la cuadrilla compitiendo a ver quien era el que lo subía mejor por el antebrazo. Y luego las bolas. Y más adelante corretear por el barrio como policías y ladrones…

Me he acordado de estos pasatiempos infantiles ante la observación de un juego nuevo: el dedo en el ojo. Yo te lo meto a ti y te gano si tu no eres capaz de superar esa jugada con la correlativa hazaña de dejarme ciego.

Y, ¿cómo no?,  se han puesto con toda fruición a enseñarnos el divertimento los padres, las madres y los tíos políticos de la Patria en los diversos ámbitos deportivos conocidos coloquialmente como congreso o parlamentos cuyas imágenes se apresuran a recoger inmediatamente todas las televisiones conscientes de que sirven a sus audiencias programas de mayor atractivo que el Sálvame de Luxe.

El enfrentamiento oral de las Sorayas no tiene desperdicio. Y más, los cominitos en el pasillo con el justificado taco de la vice (un amigo piloto de reactores tuve yo que me decía que, en ocasiones, un buen taco es como una jaculatoria) y el azoramiento de la opositora  sin atinar a precisar ante los periodistas la fuente de la temeraria reconvención que acababa de esgrimir desde su escaño.

Aznar le quiere meter el dedo en el ojo a Rajoy y Arias Cañete, ese Papa Noel disfrazado de ministro, al que acaban de designar candidato a las elecciones europeas, le hace el artículo al antiguo jugador de dominó con los frailes en Quintanilla de Onésimo, ponderando su proyección internacional para que le ayude en la campaña.


Mejor dejarlo como está. Ya se le pasará el enfado.Y no quitarse las gafas.Conviene recordar el viejo slogan: Dos ojos para toda la vida.

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