domingo, 13 de julio de 2014

ESTE CORTE INGLES NO ES MI CORTE INGLES


Tanto visitamos mi mujer y yo las instalaciones y dependencias del que llegó a titularse “El grande de los grandes” que mis hijos, cuando eran chicos a todos los grandes almacenes les llamaban “El Corte Inglés”.

Nunca se lo dije a Isidoro Álvarez, el gestor abnegado y sabio que encabezó durante florecientes décadas su cúpula directiva, pero una vez le confié a Javier Peinado que entonces era su director general en Sevilla, que el gran hombre, o sea Isidoro, solía comer cuando era estudiante en la misma mesa que yo en unas instalaciones para universitarios de Madrid donde se degustaba la comida de mediodía a precio muy asequible en compañía de otros que llegaron a ser tan famosos como él, entre ellos Luis Izquierdo, director que fue de la Sinfónica Hispalense y Carmelo Bernaola, el inspirado autor de la partitura de “Verano azul”.

Algo debió decirle Javier porque desde entonces cada vez que aparecía un libro mío ocupaba mejores puestos en las góndolas y exhibidores de su sección de librería.

Peinado, además de ser un formidable aficionado a la fiesta brava, lo que le llevó a crear los Trofeos Puerta del Príncipe, había llegado a imitar a su jefe en  la abnegación y el servicio a la empresa hasta tal punto de que, a pesar de tener su despacho a solo unos metros del comienzo de la Carrera Oficial de las cofradías, no se permitía abandonarlo para ver pasar a éstas salvo el Martes Santo cuando llegaba el Cristo de la Buena Muerte.

Él lo tendrá a su lado y así no se enterará de que su Corte Inglés no es este Corte Inglés. Me cuesta trabajo escribirlo, pero no tengo más remedio que utilizar para mi defensa el pírrico medio de mi Bitácora . Llevo más de cincuenta años como cliente. Y casi otros tantos mi parte contraria. Compramos de vez en cuando con la tarjeta y jamás he devuelto un recibo… Hasta ahora. No porque mi banco los retorne impagados sino porque su Financiera no los presenta al cobro. Desde entonces tengo a una implacable señorita tan pertinaz como la sequía de los tiempos del No Do que me amenaza con no se  cuántas maldiciones bíblicas si no atiendo el pago y los intereses de demora.

Y el caso es que, para que me dejara tranquilo, ya le hice una transferencia a la que añadí ese complemento  que reclamé por escrito de inmediato justificando su improcedencia. Es imposible. La niña se tiene bien aprendida la lección y, aparte de repetirla, lo único que ha hecho es trasladar mi deseo a un caballero que, con inflexible voz de alguacilillo de las Ventas, sigue repitiendo sus argumentos.

¿Es este Corte Inglés mi Corte Inglés de siempre?... Pues… siento decirlo. NO. NI MUCHO MENOS.


A ver si ahora con Pizarro puede tornar a los tiempos idos. Entre las señoritas pertinaces y los gestores alguacilillos trabajo les va a costar.

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