Es muy difícil escapar de la órbita mediática en la que estos días estamos sumergidos y en la que seguiremos probablemente hasta que aparezcan los restos de la desgraciada chiquilla asesinada.
El impresionante operativo policial levantado para resolver el caso, que llena las pantalla de las televisiones y ocupa las primeras páginas de los periódicos y los minutos relevantes de la radio, también desborda el corazón de muchos porque cuando, ante la evidencia del delito, se pide que caiga sobre los culpables el peso de la ley,ésta aparece sensiblemente debilitada.
La ciudadanía suele ilustrar sus críticas sobre esta impresión con ejemplos frustrantes de penas impuestas con los instrumentos de unas leyes de rigor descafeinado que, por si fuera poco, luego fueron progresivamente reducidas ante el asombro de las víctimas que se sintieron desprotegidas y engañadas.
Esto origina decisiones y posturas extremas que estamos viviendo en estas horas. Ayer mañana se me ha dirigido por la calle un viandante al que no tengo el gusto de conocer con dos fieros cachorros de una raza de perros agresivos sujetos por una cadena y me ha dicho que a los asesinos y encubridores de Marta los encerraba en una habitación a solas con los animales y luego a lo que quedase de ellos les haría no se qué barbaridad hasta terminar con sus vidas.
Y en “Andalucía directo” el programa de Canal Sur TV se ha podido ver cómo la Policia Nacional tenía que emplearse a fondo para detener a un hombre calvo de edad madura que, con algo en la mano cubierto por un plástico, burlaba el cordón de seguridad e intentaba alcanzar a los detenidos cuando salían del domicilio a donde habían sido conducidos para reconstruir el crimen.
Por mucho que pueda extrañar, todo esto puede ser lógico. Y serio, grave y preocupante. Porque cuando el pueblo cree que no hay justicia, la gente se la toma por sus manos. Por eso escribía ayer que los políticos representantes de la soberanía popular deberían hacer urgentemente un acto de reflexión para que este lamentable episodio sirviera para algo.
Y abrir los ojos ante una juventud que, a fuerza de ser usada consintiéndole todo tipo de liberalidades y caprichos a cambio de sus votos, se les está yendo de las manos.
Imperioso quehacer que aparece con inoportunidad cuando el ayer llamado juez estrella ha perdido la confianza de los ciudadanos, cada vez es más escandalosa la politización de la Justicia y se pone en marcha la primera huelga general de la Carrera Judicial en la Democracia.
1 comentario:
La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder... Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito. Karl Popper 1996
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