Se desvelaron oficialmente los carteles del abono en la Maestranza. Vana presentación porque no había nada que presentar.Los carteles se habían presentado ya anticipándolos la prensa de Internet y de papel. Por este orden. Primero saltaron a la noticia cibernética y posteriormente los reprodujeron las páginas taurinas de los periódicos.
El empresario siempre se muestra sorprendido por esta anticipación y manifiesta con forzada candidez su sorpresa. Algo habrá de falso en esta postura. Si la empresa impusiera el sigilo en sus filas y diera riguroso ejemplo para mantenerlo, las filtraciones serían imposibles. Algo debe haber de consentido e incluso de permitido con ocultas intenciones para mantener esta situación.
La contratación taurina se ha movido desde antiguo por oscuros caminos, no tortuosos, ni falaces, pero sí florentinos, en los que la experiencia y la ocultación han venido sustentando resultados sorprendentes. Cuando aparece un torero muy bien tratado y contrasta con otro que debió ser tratado mejor y que, inesperadamente, ha quedado al margen, conviene pensar no en sus bondades intrínsecas o en su trayectoria triunfal, sino en la pericia de su apoderado y en la enseñanza de sus canas.
Quizás algún lector de estos renglones esté pensando que no los entiende y que es un lenguaje para iniciados. Piensa bien. Supone con acierto. Por eso no voy a abundar en él y me voy a encaramar en el estribo del tranvía que discurría renqueante por la calle Tetuán cuando los carteles se presentaban en una cervecería que se hallaba en esta populosa vía casi asomada a la Plaza Nueva y se llamaba La Española.
Allí se daban cita la prensa taurina, algunos relevantes aficionados y, de vez en cuando, viejas figuras de la tauromaquia. Eran invitados a comer.Y a los postres, el empresario leía las combinaciones de toros y toreros. Todo bien distinto al sistema actual que no mantiene con el antiguo nada más que la hora de la convocatoria al mediodía.
No se habían producido filtraciones anteriores y el empresario poco tenía que decir porque lo que se anunciaba no comprendía, como ahora, los carteles de toda la temporada sino los de Resurrección y Feria, dejando el resto de las combinaciones al albur del resultado de los festejos lo cual facilitaba mucho las cosas a los novilleros que pugnaban por convertirse en figuras y disponían de camino abierto si triunfaban una tarde para ser contratados en la siguiente.
Se deduce, pues, que en el mundo de Tauro, las cosas nunca son fáciles, sino todo lo contrario. Y que, si bien, cada día se torea mejor, el único que salta a la arena con su inocencia intacta es el toro. Y, a medida que se avanza en conocimientos y tecnología, aumenta el número de las chinitas esparcidas en el camino. De ahí que siempre cobren actualidad las sabias palabras del viejo maestro: ser torero hoy es difícil. Figura del toreo, imposible.
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