Suelo ver todas las tardes el programa de Antena tres “¿Quiere ser millonario?” por razones obvias relacionadas con la intervención del presentador que deducirán con facilidad quienes me conozcan y los demás podrán colegir si se detienen en su apellido y lo comparan con el mío.
Por estas razones y por otras más, entre las que ocupa relevante lugar mi aversión a la crítica televisiva motivada por haber trabajado en ella y padecido no pocas veces el análisis injusto, cuando no ignorante o malévolamente interesado, de una producción mía, me sitúo a años luz de pretender enjuiciarlo.
Pero voy a hablar de él trasladando a ustedes una pregunta que suelo hacerme ¿conseguirá alguien alzarse con el triunfo máximo del concurso? ¿Tendremos millonario alguna vez?...
Cuando Radio Nacional de España disponía de una emisora comercial,Radio Peninsular, creada por uno de esos genios de la radiodifusión hispana al que no creo que se haya hecho merecida justicia, llamado Máximo Estévez, la dirección de publicidad de Nestlé que encabezaba otro comunicador extraordinario y admirable, Jorge Garriga, depositó en mis manos las riendas de un concurso radiado que pronto se hizo muy popular, “Cuarenta y tres granos de café” para que ocupara una franja horaria que cubría el target de consumidores que deseaba la empresa.
Era una idea sencilla, pero comercialmente de gran eficacia: Tomando como base el argumento de marketing de que cada cucharadita de Nescafé contiene cuarenta y tres granos de café purísimo, trasladada a un jingle musical muy pegadizo, cada concursante tenía que contar, con voz alta y clara, cuarenta y tres en cuarenta y tres segundos exactos. Si acertaba a hacerlo en el mismo tiempo que invertía el reloj ganaba cuarenta y tres mil pesetas.Si se pasaba o no llegaba, cuarenta y tres duros de la época, o sea doscientas diez.
La prueba consistía en situarse de espaldas a un gigantesco cronómetro que se activaba coincidiendo con la orden de actuar dada al concursante. El público podía ayudarle, avisándole para que se apresurase más o menos, pero pocos fueron los que alcanzaron la difícil coincidencia.
Y el caso es que todos los componentes del programa deseábamos que esa circunstancia se produjera. Más rentable social y publicitariamente resultaba dar uno o muchos primeros premios que escatimarlos.
Eso sigue repitiéndose hoy. Y es garantía de la pureza y transparencia de la mecánica de estos concursos de las que debían tomar ejemplo otras convocatorias concursales del actual panorama recreativo y cultural hispano. Las literarias…por ejemplo.¡Hay cada concurso de novela, de cuento y de poesía por ahí que están pidiendo a gritos la intervención de un crítico televisivo!
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