sábado, 13 de noviembre de 2010

La llamada de las tres.

O de las quince. Porque se produce en torno a las tres de la tarde.
Debe corresponder a campañas organizadas que se someten a una duración prevista. Menos mal. Porque eso de que poco antes o poco después de la hora citada repiquetee, es un decir porque ya el repique quedó para las campanas de la torre, el teléfono y al otro lado hable una voz desconocida, si se repitiera diariamente no se podría aguantar.

La voz suele tener acento sudamericano. Empieza por saludarnos y desvelar el nombre del que llama al que, obviamente, no conocemos. Y luego existen dos posibilidades: o que nos hagan una pregunta incomprensible para introducirnos en un diálogo que habrá de desembocar en el producto ofrecido, o que lo presenten sin más en la bandeja de la oferta auditiva como bien inapreciable que la Diosa Fortuna se digna poner a nuestro alcance.

Si la llamada a su teléfono, que suele ofrecerse cándidamente con un número fijo disponible en la Guía, le sorprende comiendo se le puede atragantar el bocado. Si ese día anticipó la comida de mediodía y está descabezando un sueñecito le desvela arteramente la siesta.

Pero que no se le note el enfado en la voz. Usted puede enfadar aún más a quien llama, hombre, y muchas veces mujer, que se molestará todavía en mayor grado que usted, paciente e indefensa víctima de la llamada, introducida en su hogar como un asaltador cualquiera, y le tildará como poco de maleducado antes de colgar abruptamente y cercenar su respuesta.

He tenido que soportar en estos días diversas experiencias así y he reflexionado sobre ellas. Mi conclusión es que lo mejor es actuar con amabilidad y cautela tratando de identificar el número desde el que se produce la llamada. Esto desarma al fortuito comunicador que le suele coger con el paso cambiado.

-- Perdone. No puedo atenderle en este momento. Dígame desde qué teléfono me llama, que ahora le llamo yo.

-- Prefiero telefonearle más tarde.

-- Seguiré ocupado entonces. Lo mejor es que me de el número.

Y no se lo dará. Probablemente lo ignora. La experiencia a que me refiero la enriqueció un diálogo parecido. Mi desconocido comunicante se puso nervioso y, al final, confesó:

-- Es que le hablo desde un ordenador.

5 comentarios:

Juan José Jiménez Castela dijo...

Yo les dije una vez que habían despertado a mi niña ( era verdad)y me pidieron mil perdones; pero son muy pesados. Un saludo, amigo.

yosefi dijo...

cierto,cierto lo de las llamadas,lo malo es que llaman una vez,y al rato otra y otra diciendo convencidos muchas veces de que en este numero vive tal o cual persona y no aceptan un se ha confundido de numero,da un coraje,por que puedes estar esperando una llamada importante la cual cuando llega ya se atiende de mala manera con un si! digame?.enfin parece que la gente de hoy dia tienen toooodo el tiempo del mundo y no saben otra manera de entretenerse que con el telefono. un saludo y buen fin de semana

Anónimo dijo...

ahora mismo estoy agregando este sitio a mis favoritos. gracias

Anónimo dijo...

No sólo ocurre con los fijos a los móviles tambien llaman ofreciendote una súper oferta. Les dá igual si estás trabjando, descansando, sino es buen momento, les da totalmente igual.Hace tiempo que decidí no atender una llamada si no conozco el número.
Que pasen un buen domingo.

Juanma dijo...

De acuerdo con sus palabras, querido maestro. Pero no la tomemos con la persona que llama. El trabajo de teleoperador puede llegar a ser infernal. Lo pasan mal, créame, les ha tocado tener que llamar. Y ellos son los primeros que odian tener que hacerlo.
Deberíamos inundar las empresas con cartas/reclamaciones para quejarnos sobre tanto acoso. Ése sí sería mejor camino.

Un fuerte abrazo.