Incongruencias

Se acabó eso del “café, copa y puro” con lo que finalizaban las comidas de celebraciones colectivas. Ni los convidados a una boda, ni los condiscípulos de una generación universitaria, ni los hermanos asistentes a los cultos solemnes de una cofradía ultimarán sus ágapes saboreando un buen veguero entre sorbito y sorbito de oloroso y denso alcohol tras haber ingerido la taza de café.

La justiciera espada de la ley brilla sobre sus cabezas y ni el Estado autoriza a beber alcohol si se conduce un vehículo, lo cual está muy bien, ni permite dilapidar los dineros en humo con una ley contra los fumadores que cada vez es más discutida.

Nuestros celosos gobernantes, protectores esforzados de la salud de sus gobernados les castigan si fuman a no ser que satisfagan su adicción en la puñetera calle con lo que inevitablemente han aumentado los resfriados y el absentismo laboral.

Pero el Estado no se castiga a si mismo y continúa percibiendo muy saneados ingresos como impuestos a la venta de tabacos.

Esto es lo absurdo: que se prohíba fumar aplicando el rigor de una ley y al mismo tiempo se aumenten los puntos de venta porque los impuestos que graban las cajetillas significan una de las más importantes vías de ingreso de la Hacienda Pública.

Desde que Zapatero llegó al poder, fumar cuesta el doble. Y supongo que habrá aumentado la venta de antigripales porque nunca se ha dado cita tanta gente en la puerta de los bares y las oficinas desafiando las inclemencias meteorológicas para dar dos o tres chupaditas al cigarrillo.

Los que viéndolas venir supieron quitarse del vicio a tiempo cada día están más contentos.