El primer mes del año entra sibilinamente disfrazado de diciembre al que ha pedido prestadas sus galas navideñas con el argumento de que ya no las necesitará más porque su reinado se ha terminado el último día.
Entra subrepticiamente Enero escondiendo tras el lenguaje ampuloso de los deseos de felicidad y las luminosas galas de la despedida de un ciclo y el comienzo de otro, sus realidades latentes del frío, la escasez y el trabajo duro que irá sacando progresivamente de su equipaje mugriento.
Puede decirse que llega tarde. No estamos de verdad en él hasta que la estela generosa de los Reyes Magos no se pierda por Occidente que es el camino que siguen los venerables monarcas estrelleros como opuesto al Oriente del que proceden.
Es el único mes del año que falta a sus obligaciones laborales retrasándolas hasta el día siete. Y aun con eso hay algún que otro afortunado que echa sus cominitos alargando las vacaciones hasta el lunes siguiente.
Ahora bien, cuando el mes se asienta en el almanaque los días se hacen cuestas, las noches se cierran en un futuro tenebroso y temblamos de frío y de falta de dinero.
Menos mal que Sevilla lo sabe y atenúa estas desgracias advertidas anticipadamente cada año con ese anuncio esplendido de la Semana Santa que es el quinario al Señor del Gran Poder, al que sigue el de Pasión y el traslado del nazareno de las Penas de la Parroquia de San Vicente.
Ponemos la felicidad en el horizonte. Dentro de poco el humo de las castañas asadas se convertirá en efluvio oloroso de azahar y bocanada caliente de cera ardiendo.
Y, por si fuera poco, los miembros de El Ciriuo Apagao se reúnen a cenar en el Altozano con el pregonero para entregarle las tapas y empezar a escucharle lo que piensa decir.
Hasta el Consejo se suma a esta catarata de noticias cursando en tiempo y forma las cartas para el pago de las sillas.
No hay duda. Como esta ciudad no hay otra.
1 comentario:
El comentario me ha gustado y se nota el aire periodistico de como está escrito, eso dice mucho y bien de usted de sentirse siempre periodista.
Lo que no entiendo muy bien es el final donde dice usted "como esta ciudad no hay otra" ¿a que se está refiriendo? porque los que no somos de Sevilla, no cambiamos a nuestra ciudad o pueblo por Sevilla. Y tengo ejemplos para demostrarlo, pero no quiero decirlos sin saber a ciencia cierta el significado de dicha frase.
Saludos
Victoriano Román
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