Se equivocaron las encuestas. Erraron en la cuantía, aunque no en la tendencia.
Sabido era que en las elecciones locales y autonómicas perdería el PSOE. Los sondeos eran coincidentes. Lo que no llegaron a prever nunca era el tamaño de la derrota. ¡Qué batacazo, madre mía!
Ha sido un voto durísimo de castigo muy previsible como expresión de una desilusión, de una decepción y de una queja tan intensas que por fuerza tenían que adoptar la conformación democrática del vuelco electoral en las urnas.
Zapatero, Pepiño y Chaves, en penitente desfile fúnebre, aparecieron ante las cámaras para dar la cara y reconocerlo así. A Rubalcaba, exceptuando su presencia institucional como locutor de los resultados, y a la señora Chacón no se les vio por parte alguna.Como si con su ausencia expresasen un “yo no he sido” o “a mi que me registren” difícilmente creíbles.
En Sevilla, el caballero de la pipa abriría el congelador de su frigorífico para terminar con la última gamba que conservaba desde el ágape famoso…
Y ahora vamos a ver qué pasa.
Difícil lo tienen los que llegan con tanto desafuero que enderezar y tantas telarañas en las arcas vacías.
Peor, aun, el presidente que ha dicho que se queda agotando el plazo de la legislatura, inconsciente, como es habitual en él, ante la palmaria imposibilidad que se le ofrece para remontar la caída libre.
Y mientras tanto el pueblo siguió mostrándose en las elecciones con esa cordura, con esa libertad y ese buen sentido que le caracteriza. Sus votos manifestaron su poderío democrático. Sus jóvenes, salidos por miles a la calle siguiendo la convocatoria, libre de mediación partidista o sindical, de un abogado en paro,un estudiante y un diseñador de páginas web… el grito sofocado de unas estructuras sociales que claman por oídos abiertos que atiendan sus justas reivindicaciones.
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