miércoles, 18 de mayo de 2011

Motín a bordo.

Se veía venir. Ya algunos habían advertido que se necesitaba una regeneración democrática. Llevamos mucho tiempo subvirtiendo los sagrados principios de ese antiguo procedimiento para regir los pueblos que, en lúcida interpretación de Sir Winston Churchill, un aficionadillo a la política, como es bien sabido, resulta el peor de los sistemas de gobierno… con excepción de todos los demás.

La gente se ha echado a la calle para protestar. Libremente. Eso es, al menos, lo que parece. Sin convocatoria previa de partidos ni sindicatos.

Si ahora algún vividor de la política quiere apropiarse de sus motivaciones y enhebrar un precipitado discurso no hará más que manifestar por enésima vez la vergonzosa actitud con la que hoy se presentan muchos profesionales de la cosa pública.

Los jóvenes sin empleo y sin futuro cierto… los vecinos asombrados de la corrupción… la gente que reclama justicia y los tribunales encargados de impartirla peleándose entre ellos…

El motín se gestaba en la borda.

Muy preocupada andaba la oficialidad hablando de sus cosas, interesándose por sus problemas y hasta insultándose por costumbre sin resolver nada.

La marinería ha saltado incontenible. Su desbordamiento es antiguo. Aunque ahora se apoye en otras redes que no son náuticas, sino de las nuevas tecnologías.

El que no quiera ver esto está resbalando peligrosamente y alguien lo puede arrojar al mar. Siempre ocurrió así. El cine lo mostró espectacularmente. En “El motín del Caine” ,el capitán Queeg,Humphrey Bogart, gobernó tan mal y tomó medidas tan arbitrarias que fue considerado por los gobernados como un neurótico peligroso.

En la “Bounty” la imagen del tiránico capitán William Bligh a bordo de la nao es bien conocida. Bligh fue sacado a la fuerza de su puesto de mando y abandonado sobre las olas en un bote con 18 de sus hombres.

Ni Queeg en el Caine, ni Bligh en la Bounty pudieron volver a ponerse al timón de sus respectivas embarcaciones. Y es que, en los años en que estas películas fueron rodadas, se buscaba siempre un final creíble y coherente.

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