Me considero un poco periodista, otro poco escritor, a
ratos poetilla, por no decir poetastro, algo locutor, algo comentarista… pero
mucho sevillano. Aquí no me tiemblan los dedos ni me enrojece el rubor al
escribir la palabra.
De sevillano presumo, no vacíamente, sino con la
profundidad de mis raíces, mi identificación psicológica, mi formación y mi
herencia sentimental.
Y eso que, como bien es sabido, no tengo nada de qué
presumir: lejos quedaron los césares… los nobles que acompañaron al Santo
Conquistador… los estrelleros que compartían secretos con el monarca sabio… los
locos que alzaron la Catedral… el majareta que empezó a escribir el Quijote en
la cárcel…,los visionarios que contemplaron la cara de Dios cargado con un
pedazo de árbol… o buscando aire para respirar mientras, desde lo alto de un
puente, se reflejaba crucificado en el río… los inteligentes que trajeron las
luces al Alcázar… los magos del ladrillo y los azulejos que alzaron la plaza de
España…
No puedo presumir de nada de eso ni de mil de bagatelas
más de la historia, el arte y la cultura, porque, como bien es sabido, la
realidad actual es muy distinta. Hoy los sevillanos somos gentes de poco fiar
que andamos siempre con la navaja de Carmen la de Merimée escondida debajo de
la blusa y desafiamos a todo bicho viviente cuando nos sueltan y nos vamos a
divertirnos a un tablao de Jerez.
¿Qué pasa?... ¿Qué me he aficionado a la bebida antes de
sentarme delante del ordenador?... Pues,
no señor. Simplemente hice lo de todos los días: Dedicarme a leer la
prensa digital. Y he aquí el bonito titular con el que me dí de bruces:
"Un sevillano hiere a dos personas en un tablao de Jerez”.
Seguía la redacción: Agentes del Cuerpo Nacional de
Policía consiguieron en la madrugada del viernes localizar y detener a
J.F.J.M., natural de Sevilla y condenado en su día por homicidio y que
disfrutaba de su primer permiso penitenciario, momentos después de que
presuntamente irrumpiera violentamente en un conocido tablao jerezano,
intentara abusar de una de las empleadas, causara heridas incisas con arma
blanca a otra y motivara el pánico entre
los artistas y espectadores.
Imagino que el pánico sacudiría también y de tal modo a
los responsables del rotativo, prestigioso entre los de la prensa de papel, que
una hora más tarde trasladaban la noticia a lugar más discreto y corregían el
titular que quedó en “Un navajero condenado por homicidio hiere a dos personas
en un tablao de Jerez” Me acordé de Evaristo Acevedo que hubiera metido en su Cárcel de Papel de La Codorniz no al navajero, sino a ese aspirante al Pulitzer que redactó el primer titular.
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