Temiendo que me dijeran eso tan antiguo de “no nos des
consejos, que sabemos equivocarnos
solos”, me dejé en el tintero una especie de carta que proyectaba dirigir a
Eduardo y Ramón, Canorea y Valencia, of course, con prudentes sugerencias para la
conformación de los carteles del abono de la inminente temporada de toros en
Sevilla.
Hubiera sido un sucedáneo de comunicados non natos en el
seno de la oficialidad amotinada que tal vez calmase la apetencia de ellos ya
que, de los cinco revoltosos, se manifestaron por escrito tres y dos quedaron
in albis, sin contar con el impensable de los maestrantes cuya lejana
posibilidad solo pudo haber anidado en el desconocimiento de las circunstancias
históricas y sentimentales del motivador del plante.
Los empresarios, sin embargo, parecen haber leído mis
pensamientos y en las noticias que vienen filtrándose gota a gota de la
conformación de las combinaciones de toros y toreros, están calcadas mis
inéditas propuestas, lo cual, como puede suponerse, celebro y no poco.
Ante la ausencia de apego a la realidad que en el mundo
del arte y más en el del maravilloso del arte taurino, con su dosis de riesgo y
desafío, puedan demostrar los que se creen instalados en el Parnaso, no cabe
otra postura que cerrar el capítulo y volver a los orígenes.
Y los orígenes residen en el toro y en la verdad del toreo. Al toro no se le puede
sacar de tipo ni especular con la alquimia de los cruces y los manejos para
acomodar su bravura. No se debe confundir el peligro con los kilos, aunque lo
hiciera el pobre de Hemingway que nunca llegó a entender lo que era una
corrida. Y el toreo es algo muy distinto al espectáculo inocuo perfilado en
oficinas de marketing o publics relations.
Se ha publicado que la empresa Pagés ha cerrado ya el cartel
del Domingo de Resurrección. Una novedad: los Miuras. Otra, mano a mano de dos
espadas Manuel Escribano y Daniel Luque. Los dos del mismo pueblo, Gerena y el
primero triunfador el año pasado con los toracos de Zahariche. Bien empezamos.
Por ahí hay que ir.
En el aire, nombres y posibilidades. Cuando de la
chimenea del Paseo de Colón salga la fumata blanca, se comprobará el nivel de
los aciertos. Y ya veremos si luego el dictamen implacable de la taquilla
derriba sin pudor torres que se creyeron inexpugnables.
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