lunes, 10 de febrero de 2014

LA ABURRIDA NOCHE DE LOS GOYA


La noche de David Trueba, he leído que fue. Pues sí. Trueba estuvo afortunado hasta en sus palabras contando la mejor anécdota de la noche que el sitúa en Almería y pone en boca de un operario de gasolinera que, mientras repostaba su vehículo, le dijo que España era un país muy rico porque había que ver la cantidad de dinero que se había robado sin agotar la bolsa.
Por lo demás, Manel disfrutó, es un decir, de un guion inconsistente que interpretó en un perfilado boceto de sobreactuación y por el que el guionista puede aducir que le quitaron el elemento central de las ingeniosas aportaciones, es otro decir, de las ediciones anteriores: la presencia del ministro.
No me meto en el análisis de la decisión de Wert. No deseo perder el tiempo en columbrar si hizo bien o hizo mal en ausentarse. Sí me digo que si los inquilinos de un piso mío, me invitan a visitarles y me  ponen verde en cuanto aparezco, me están obligando a que no vaya más.
Como espectador de televisión, corriente y moliente, me distrajo más el reportaje previo conducido con su habitual maestría por la Igartiburu desde los estudios y lleno de sabrosas y sinceras declaraciones de los nominados según iban finalizando su desfile por la alfombra roja y del glamour de las bellas posando en el fotocall.

Siempre me queda la impresión de que el cine español se mira el ombligo en el acto de entrega de estos premios… carece de la humildad suficiente para reconocer que esa gran mayoría que conforma el público ausente de las salas de proyección demuestra con el éxodo su palmario desacuerdo con las películas que producen… y hacer cine en España no es heroico, a pesar de la afirmación enfática del orondo presidente de la Academia. Lo heroico, hoy, es ser periodista, crítico de cine y no saber si mañana te van a cerrar el periódico, la radio o la televisión y te vas a ver en la calle.

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