La noche de David Trueba, he
leído que fue. Pues sí. Trueba estuvo afortunado hasta en sus palabras contando
la mejor anécdota de la noche que el sitúa en Almería y pone en boca de un operario
de gasolinera que, mientras repostaba su vehículo, le dijo que España era un país
muy rico porque había que ver la cantidad de dinero que se había robado sin
agotar la bolsa.
Por lo demás, Manel disfrutó,
es un decir, de un guion inconsistente que interpretó en un perfilado boceto de
sobreactuación y por el que el guionista puede aducir que le quitaron el
elemento central de las ingeniosas aportaciones, es otro decir, de las
ediciones anteriores: la presencia del ministro.
No me meto en el análisis de
la decisión de Wert. No deseo perder el tiempo en columbrar si hizo bien o hizo
mal en ausentarse. Sí me digo que si los inquilinos de un piso mío, me invitan
a visitarles y me ponen verde en cuanto
aparezco, me están obligando a que no vaya más.
Como espectador de
televisión, corriente y moliente, me distrajo más el reportaje previo conducido
con su habitual maestría por la Igartiburu desde los estudios y lleno de
sabrosas y sinceras declaraciones de los nominados según iban finalizando su
desfile por la alfombra roja y del glamour de las bellas posando en el
fotocall.
Siempre me queda la
impresión de que el cine español se mira el ombligo en el acto de entrega de
estos premios… carece de la humildad suficiente para reconocer que esa gran
mayoría que conforma el público ausente de las salas de proyección demuestra
con el éxodo su palmario desacuerdo con las películas que producen… y hacer
cine en España no es heroico, a pesar de la afirmación enfática del orondo
presidente de la Academia. Lo heroico, hoy, es ser periodista, crítico de cine
y no saber si mañana te van a cerrar el periódico, la radio o la televisión y
te vas a ver en la calle.
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