Cada vez que voy a Jaén me reencuentro con la Renfe. Una organización de red ferroviaria que avanza por días no con el desplazamiento renqueante de los antiguos ferrocarriles tan apropiados a sainetes y escenas costumbristas, sino con los adelantos adecuados a una empresa pública de servicio al viajero.
Si los trenes son usados cada vez más por esa generación joven que estudia, trabaja y se esfuerza y nos hace recuperar la confianza en el futuro de la juventud olvidando botellonas y desmanes, es por algo. Y si, además, cada vez que nos subimos a un vagón encontramos a no pocos turistas, de poca edad igualmente, habituados a la utilización diaria de las vías férreas para sus desplazamientos de ocio o turismo, nos confirma lo anterior.
El tren para el trabajo y el descanso. Y para ir a Jaén a presentar al pregonero del Rocío que en este caso es pregonera, se llama Maruja Vilches y resulta de sobras conocida en los ambientes cofrades por su creciente actividad dentro de los mismos y su reciente nombramiento como delegada de las Hermandades Sacramentales en el actual Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla.
Tres horas tarda una combinación de modernos vagones en clase turista denominada Andalucía Expres que salva el tendido férreo entre la histórica Híspalis y la Ciudad del Santo Rostro con tres posibilidades horarias cada día para la ida y las mismas para la vuelta.
Los billetes pueden obtenerse accediendo a la página web y, con la tarjeta dorada, a la que tienen derecho todos los mayores, cuestan diez euros con ochenta por cada itinerario y viajero… o viajera (mis saludos para Bibiana). ¡Ah! Y, además, ya no hay que hacer trasbordo en Espeluy. ¿Quién da más?
Nada, amigos, que hay que viajar. Por RENFE, desde luego. Y si se dispone de alguna excusa para ir a Jaén, mejor.
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