viernes, 1 de mayo de 2009

Rafael Belmonte y la caseta de Er 77.

Cada año, en la Feria, me acuerdo de Er 77, la irrepetible peña que llenó toda una época del incomparable festejo sevillano con sus genialidades de la gracia más disparatada y original.

Y me acuerdo también de Rafael Belmonte, el médico escritor, hermano de Juan, el Monstruo de Triana, revolucionario del toreo, cuando recibió el encargo de confeccionar el libro anual que incluía publicidad en las páginas impares con cuyos ingresos atendían los gastos de montaje.

He aquí una muestra recogida de la edición de 1955 y dedicada a los Embutidos La Parchite de Ronda:

Adivina, adivinanza:
¡A ver si usted lo adivina!
¿Lo mejor de una matanza?
¡La chacina!
Sí, señor, eso es lo justo.
Pero ninguna compite
En calidad y buen gusto
Con... ¡Chacinas La Parchite!
Que el chorizo o el jamón
El lomo o el salchichón
que elabora La Parchite
ya lo dijo Salomón:
El que lo prueba, repite.
Por la gloria de Cotón.

De las más de cien páginas del libro, las que contenían mensajes de texto aparecían redactadas de modo similar merced a la fecunda imaginación y portentosa facilidad versificadora del médico escritor que solía firmar estos poemas, como otros consagrados a la caseta o a las actividades de la peña, con seudónimos igualmente destinados a provocar la risa.

He aquí como nueva demostración las letras de sevillanas que en aquella ciudad de las restricciones eléctricas, publicó sobre el pozo del moyate, inédito pozo ferial que daba vino, seguido de su firma adecuada:

El agua de este pozo
Tiene una guasa:
Quien la bebe, “curdela”
llega a su casa.
¡Ven a beberla,
pues de blanco o de tinto
puedes cogerla!
Con el agua del pozo
no hay apagones:
Se está siempre “alumbrao”.
Sin restricciones.
¡Y no te importe,
que estos “kilos de vatio”
no hay quien los corte!

“Don Aguapito Pantano”


Pero Belmonte no se quedaba en eso. El ejercicio de la medicina como analista lo completaba con tres aficiones: los toros, el cante flamenco del que llegó a ser conocedor profundo y uno de sus más incansables divulgadores introduciéndolo en las aulas universitarias y la lectura que completaba con una actividad literaria no reducida a la creación de versos sencillos sino multiplicada en guiones de radio y escritos diversos.
Su formación y su sensibilidad le pedían cotas más altas. Rafael describía la saeta recitando, húmedos los ojos, como si rezara:

Flamenco y hondo rosario
de coplas martirizadas
que envuelta en sombras moradas
se quiebra al pie del Calvario.
Grito de fe, relicario
donde se guarda una flor
que, en angustiado clamor,
reverente se deshoja
para que así lo recoja
en su cruz, el Redentor.

Hombre bueno y cabal, no llegó a cobrar un solo céntimo por sus servicios y la de su clínica ni a un torero, ni a un artista, ni a un flamenco, incluidas sus familias, hasta el punto de que muchos días decía sonriente al término de la jornada “hoy no hemos hecho ni un duro en taquilla”

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