Fue al filo de las diez , a la caída de la noche,al lubricam como dirían los rocieros antiguos de Villamanrique… cuando se asomaron a todos los televisores doña Maria Teresa y don Alfredo.
Se situaron detrás de los sofisticados atriles transparentes y dijeron, o, mejor, dijo ella porque él permaneció callado, aquello que ya se sabia porque lo habían adelantado como fruto de una encuesta que se demostró acertada, los molestos informadores de la fementida emisora de los curas: que el gallego de la barba había ganado por goleada y que el piloto estratosférico de la conjunción planetaria había sufrido un bofetón del que todavía se tambaleaba.
Dijeron eso con los datos a sus espaldas, pero sobraban las palabras: con los números y sobre todo con su actitud modosita y circunspecta hubiese bastado y sobrado.
Cuando llegó el día siguiente todos los maquilladores y las maquilladoras, no faltaba más, fueron llamados a rebato y cada uno tiñó, hermoseó, decoró o falseó la evidencia según le habían ordenado. Y los micrófonos recibieron una oleada de frases confusas y las cámaras recogieron gestos inesperados.
Como en la comparecencia de la pareja singular, las palabras sobraban. Don Alfredo puede ser feo, que lo es con ganas, pero tonto no es. Y doña Teresa, con su eterna convicción de paraguas contra tormentas y de alcuza contra engranajes corroídos, tampoco.
Así que hablaron lo justito y desaparecieron por el foro.
No hay mejor simbología que la de los gestos. Por eso la aprovecha siglos ha la mejor diplomacia. Los gestos y las escenas que hablaban por sí solas eran recogidos, al filo de la noche, cuando acababan de dar las diez, al lubricam, todas las cámaras de todas las televisiones y todos los objetivos de todos los fotógrafos.
Yo recibí una anticipación: Cuando salí de mi casa para ir a votar, encima del mostrador de los buzones de correspondencia habían fijado a la pared una foto de la pobrecilla Marta del Castillo convocando una manifestación en demanda de esa justicia tan reiteradamente reclamada con millones y millones de firmas.
Debajo, se apilaban los sobres abiertos de la propaganda y las tarjetas censales de las oficinas del censo electoral.
2 comentarios:
Todos ganan ¿quién pierde? la misma cantinela de siempre
en la calle Génova había mas gente que en la gloriosa batalla de Peregil. Estas son elecciones europeas, y el de las barbas el único candidato que ha perdido dos seguidas y sigue optando (auqnue tengal el patio revuleto y el enemigo en casa, muchos con sotana). Eso sí, la cara, como el bajito del bigotito, no se la cambia ni la madre que lo parió. Ay qué risa, ya semos eruopeos.
Publicar un comentario