Confieso que nunca he sido decidido entusiasta de los culebrones de la tele y que, en consecuencia, jamás he persistido día tras día en sentarme ante la pequeña pantalla para verlos. Con una excepción que debo declarar también para matizar la drástica afirmación anterior: “Amar con huevos revueltos”.
Desde sus comienzos en el siglo pasado me ganó esta serie de tarde. Desde la originalidad del planteamiento argumental hasta la imaginación de sus guionistas, el nivel interpretativo de sus actrices y actores y la eficacia de su dirección.
La portentosa facultad creativa de los autores de los guiones me ha venido empujando incluso a jugar con el futuro que podría aguardar a cada uno de los personajes cosa que sigo haciendo y en la que fracasaré irremisiblemente si al final no se demuestra que Restituto no fue el asesino por violencia de género de su mujer,la Casilda, portera del edificio elegante donde habita el desagradable franquista de don Andrés, de cuyos pormenores estarán debidamente informados los telespectadores como yo pendientes de tan trascendentes cuestiones.
Desde hace unos días he cambiado de preferencia. El culebrón anterior lo he sustituido por los espacios de los telediarios que describen los pormenores de la “Operación Malaya”, el mayor escándalo urbanístico de la democracia, para la que se coligen dos perspectivas: que se prolongue por lo menos un año y que, a los imputados presuntamente responsables, les caigan penas de muchos años de cárcel.
Sin embargo, este latrocinio no se hubiese producido de no haber existido
una Ley del Suelo que durante mucho tiempo ha sido utilizada torcidamente por las administraciones locales, que encontraban en las recalificaciones de terrenos municipales una suculenta fuente de ingresos. Y ahora viene el drama: continuamente alzan su voz quejosa Ayuntamientos al borde de la ruina que necesitan endeudarse para pagar las nóminas de las abultadas contrataciones de personal que, para atender favores, simpatías o adscripciones, llevaron a cabo en los tiempos de bonanza y a los que se remite a las oficinas de recaudación de impuestos de las Diputaciones.
Esto levanta un temor, un susto, una inquietud. El ciudadano medio se tienta la ropa. ¡Ni ricos ni vainas! Al final pagarán los de siempre mientras que los que permitieron la especulación inmobiliaria, traicionando su obligación de impedirla, siguen mirando para otro lado, tranquilos en la impunidad del sistema, para no sentarse igualmente en el banquillo.
¿Están los que son… o falta más de uno?
3 comentarios:
Es tristemente obvio, querido maestro, que faltan más de uno, de dos, de tres....
Un fuerte abrazo.
A mi me parece que faltan más de los que están.
Todos los políticos estaban en el ajo, sino como se entiende que se cobraran impuestos, se registraran fincas y otras muchas irregularidades administrativas.
Personalmente conozco a un imputado y se sigue paseando, después de haber estado en la carcel un tiempo, con coches de doscientos mil €.
La reoca, vamos.
Saludos.
estimado don Joseluis cuanta verdad
en cada linea escrita, y faltaaaaan faltan muchisimos,y muchos de los que faltan es por tener aun algunos milloncejos de € de ná,con los que hacer que muchos giren la cabeza aun acosta de tener dolor de cuello después.eso si a quienes después les duelen los bolsillos sin derecho a una pequeña cura, es a los pobres españoles de siempre,que vida más injusta. un saludo enorme don Joseluis
Publicar un comentario