Hoy, con la lluvia sonando en los cristales como las teclas de una máquina de escribir, me estoy acordando no de Amanda, la destinataria de la canción de Victor Jara, sino de Begoña Achabal, la locutora de la histórica Radio Nacional de España emisora de Sevilla y luego primera presentadora en el incipiente Centro Regional de Televisión en Andalucía. Porque Begoña fue inicialmente oficinista en la Pirotecnia sevillana y terminó su trayectoria profesional como secretaria de redacción en aquellas nacientes instalaciones televisivas en el chalet de la Palmera.
Begoña ha fallecido al final del verano y creo que de ella lo único que se ha escrito es la esquela mortuoria. Triste ciudad ésta de los olvidos presuntuosos y la ignorancia envuelta en tópicos.
Begoña era alta, rubia, bien formada. Y vestía con elegancia y un cierto atrevimiento seductor. Cuando la Radio Nacional tenía sus estudios en la calle San Pedro Mártir, en aquel remodelado caserón palaciego en el que había nacido el poeta y letrista Rafael de León (no se olvide, Marqués del Valle de la Reina) transitaba, desde su residencia en el Salvador en la calle Villegas, hasta la emisora, por la calle Tetuán y levantaba tal expectación que no había socio del Ateneo ni tertuliano del Gran Britz que no se asomase a la puerta para verla pasar.
En alguna ocasión, hasta los mismos autores de esa ocurrencia de traer a Sevilla a la emisora nacional que ya se había anticipado en Huelva y Málaga y que, según me informó Alfonso Contreras, otro de los primitivos locutores de aquella época auroral y yo trasladé a mi libro “Sevilla tras un micrófono” fueron los de un grupo de sevillanos que solían reunirse primero en el Bar Las Flores y luego en ese Gran Britz que creó don Juan Vega, el del café Catunambú, llenando de espejos y de ilusión europeista de gran capital la esquina de las fachadas del edificio que se afila entre Tetúan y Rioja.
Bego no dejó la Piro, a la que acudía por las mañanas, pero completó por las tardes el menguado elenco de voces femeninas de la nueva radiodifusora sevillana en la que ya estaba Mercedes Vela y a la que posteriormente se incorporó Rosita Babío, seudónimo artístico de Rosa Benito. (Nada que ver con la Benito actual de los programas de chismorreo. Aquella Rosa Benito o Babío, era una muchacha delicada y culta, con voz suave, que sabía modular a la perfección cantando como María Dolores Pradera).
Begoña Achabal también entró en la televisión regional en sus primeros días.
Y formó con José Luis López Murcia la pareja de presentadores de sus programas de estreno.Antes había contraído matrimonio con Manuel Canivel un militar de alta graduación del Ejército del Aire y abandonado la Piroctenia,pero no la máquina de escribir ante la que estuvo trabajando en el llamado “chiringuito de la Palmera” hasta su jubilación, llevando a cabo una labor tan intensa que cuando se fue hubo de ser desarrollada por tres o cuatro redactores.
Toda una figura de la radio y la televisión de su tiempo. Ha desaparecido y no se la ha recordado como merece. Eso, por lo menos, me parece a mí. Pero ¿qué se puede pedir a estos “ni nis” que nos inundan y solo encuentran horizonte “como no podía ser de otra manera” en las filas de su partido?
1 comentario:
Estimado José Luis:
Quiero agradecerte en mi nommbre y el de mis hermanos las palabras que dedicas a nuestra Madre, a la que conociste bien.
Saludos Manuel Canivell Achabal
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