sábado, 16 de junio de 2012

Aquel nazarenito del Buen Fin

Conté yo en mi Pregón de Semana Santa del año noventa (veintidós Domingos de Ramos atrás porque el tiempo corre como una cruz de guía bajo la lluvia) el pequeño drama infantil de un niño que no pudo salir de nazareno. Al referirme al Buen Fin, dije entonces que “Una vez había un nazarenito chico contemplando la Cofradía detrás de los cristales de un balcón. Padecía hepatitis. El médico le había prescrito reposo absoluto y no podía salir. La pequeña túnica, el cordón franciscano y el capirote estaban en una silla y el chiquillo mojaba con sus lágrimas la tersa superficie de los cristales llenándola de churretes. El fiscal del paso miró casualmente hacia arriba, lo vio y mandó que se lo pararan. Lo mantuvieron un rato así para que el chiquillo pudiera contemplarlo a placer. Luego se lo levantaron a pulso y se lo llevaron muy lentamente a los compases de una marcha procesional. Hoy ese chiquillo rubio, que es un mocetón fuerte, se mete todos los años bajo las trabajaderas de ese mismo paso y es uno de los costaleros de su cuadrilla. Y suele arrastrar con él siempre a otros de su familia. El pregonero los conoce a todos porque se trata de sus hijos” Podría suponerse que Javier, aquel niño que pugnaba por no hacer pucheros y luego llevó a Cristo sobre sus hombros en esa singular ofrenda de “ser el viril de Dios”, como dijera el Padre Cué, continúa poniendo su experiencia y su esfuerzo al servicio de esa encomiable tarea común de pasear por las calles el hermoso crucificado que efigiara Sebastián Rodriguez… pero no es así. Sigue de costalero, pero ha tenido que reconducir su indeclinable vocación a la faja y al costal. Desde hace unos años no saca al Buen Fin sino al Señor que bendice el pan en el misterio de la Sagrada Cena. Cosas de Cofradías. Tengo para mí que, si en las cercanas elecciones, gana la candidatura de Juan Manuel Feria, en la que figura Javier como Diputado de Formación, volverán a la Hermandad muchos costaleros veteranos a quienes un día, en la circunstancia anterior o en cualquier otra parecida, un fiscal con sensibilidad y espiritu cofrade les paró el paso delante del balcón.

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