viernes, 22 de junio de 2012

Banqueros enfadados

Cabreados, diría mejor. Y no banqueros, sino bancarios. Que banqueros demostraban ser los orondos caballeros de levita y humeante puro que, tocados de chistera y con agresiva leontina, perfilaban los dibujantes del TBO sin que hiciera falta complemento literario alguno para definirlos. Bancarios eran y siguen siendo, los otros. Los trabajadores probos. Los cumplidores a ultranza, los profesionales como la copa de un pino. Los inteligentes, honrados y excelentes conocedores de su oficio, siempre, o habitualmente, mal pagados, al menos para su categoría que, si querían comprarse un Seiscientos y pasarse con la familia quince días en la portuense playa de la Puntilla, tenían que hacer doble jornada laboral. En la época en la que no habían aparecido aun los ordenadores, cogía un bancario de esos una columna numérica de cien o doscientos renglones y te la sumaba en un santiamén. Y si llegaba la hora de cerrar, cuadraban el Debe y el Haber al céntimo. Al céntimo, de verdad, que si las sumas no coincidían aunque fuese por una sola centésima de peseta, asomados al pupitre contable se quedaban hasta que encontraban el motivo de la diferencia. A un compañero mío, que trabajaba nada menos que de Cajero del Banco de España, le dio por el periodismo e invertía las tardes en una prestigiosa emisora de radio. Un concuñado de mi mujer que estaba colocado en el Banco Alemán gastaba las deshoras en una conocida sombrerería. Y, cuando yo pedí la excedencia en Radio Nacional y acepté que me contrataran como director de la delegación en Sevilla de una conocidísima en aquellos días, agencia de publicidad madrileña , me pidieron los mandamases de los madriles que la “contabilidad oficial” es decir aquella que por fuerza tenía que ser ortodoxa y bien presentada, estuviese a cargo de un empleado de banca. Así era la cosa. Y sigue siendo. Entonces, qué pasa. ¿Qué, de pronto, a esta grey de honrados, sabios, capaces y esforzados obreros de los números y los balances los han convertido en monstruos de las finanzas? ¡Qué va! Hay que ver bien el panorama- No son los Bancos españoles los que han llevado al país a la alucinante situación que conocemos sino la delicada situación de ciertas Cajas, en las que la gestión de políticos y sindicalistas ha producido agujeros de dimensiones exorbitantes. Por eso se han resquebrajado algunas aunque, paradójicamente, se crearon para librar a los trabajadores de la usura cuando se denominaban Montes de Piedad. Los sueldos desmesurados, las jubilaciones escandalosas, la colocación de conocidos, parientes y demás afectos… los créditos sin avales serios… En opinión de no pocos reconocidos editorialistas de la Economía, esto es lo que ha hundido al sistema. Y ahora alguno de los componentes de estas epidemias que nos acogotan, las clases política y sindical, les echan la culpa a ellos, a los profesionales de verdad. ¡Vamos, hombre!... ¿Dije antes enfadados?... Enfadados, no. Cabreados. Más aún, cabreadísimos. ¡Cómo para no estarlo!

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