sábado, 2 de junio de 2012
Recordando a Paco Anglada
Ayer mismo manejaba yo viejas fotos, por fortuna todavía no amarilleadas por el tiempo, de la histórica Radio Nacional, emisora de Sevilla, y apareció una de la redacción en la que están en torno a una mesa don Antonio Rubio (Rubio y Sanz, que también era periodista de El Correo y al que, por su seriedad, su edad y su porte, siempre antepusimos el don a su nombre de pila) y Salvador Recio. Tras la mesa, que era la del redactor jefe, se hallaba sentado Paco Anglada que acababa de ser nombrado para ese puesto en el que poco después tropezaría seriamente con el delegado de Información y Turismo en Sevilla lo que le costó un traslado a Oviedo y a mí que salí en su defensa estuvo a punto de proporcionarme otro, ambos a propuesta del Ministro que era Manuel Fraga Iribarne. (“El Iribarne” cuentan que le llamaba Franco después de lo del tiro que se le escapó en la cacería y así le nombramos nosotros desde entonces).
Últimamente veía a Paco una o dos veces al año. Siempre, al coincidir, junto a unos pocos más, en la misa del Patrón, San Francisco de Sales, en la Iglesia del Monasterio de las Salesas. De tarde en tarde cuando nos cruzábamos en la calle cerca del Palacio Arzobispal o en las proximidades de los estudios de la Cope en cuya cadena presentó, casi hasta alcanzar la altura de sus ochenta y tres años, el informativo religioso “Iglesia Noticia”.
Anglada era periodista de vocación y de carrera. Habia nacido en Menorca, estudió en Barcelona y se enamoró en Sevilla de una trianera con la que tuvo cinco hijos, muerta trágicamente en un accidente que cubrió de sombras el resto de sus días.
Me entero de su fallecimiento ojeando la prensa de la jornada. Pero ya no puedo ir ni a su entierro ni a su funeral oficiado a la Incomoda hora de las nueve y media de la mañana.
Viene a mi memoria el desbordado papel que protagonizó en las labores de información y socorro ante los damnificados de las inundaciones de 1961 mediando ante el ministro sin cartera Pedro Gual Villalbí, su amigo desde que cursó la carrera en un local cedido por el Ateneo barcelonés cuando éste lo presidía y me sigue rebelando que continuemos regalando premios y distinciones a los que pasaron fugazmente por la ciudad y posterguemos en el más indignante olvido a profesionales que, como éste, la eligieron para servirla y permanecer en ella.
“Iglesia noticia” era un programa que nos resumía la actividad eclesial del arzobispado hispalense con fórmulas radiofónicas posiblemente superadas, pero mantenidas por este menorquín, laborioso y sincero, que ahora nos ha dejado para siempre.
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